Lectura fácil
La situación en China ha dado un cambio radical. Esto ha ocurrido gracias a las fuertes restricciones que decidió imponer el país asiático con el fin de controlar el virus.
Desde que el SARS-CoV-2 surgiese e la ciudad de Wuhan en diciembre de 2019, han pasado 10 meses, y desde entonces hasta el día de hoy, la cosa ha cambiado mucho, ahora la vida ha vuelto a la normalidad.
Por su parte, el Ministerio de Salud de China informaba esta semana de que se habían diagnosticado 19 casos de coronavirus, todos procedentes del extranjero.
Las fuertes medidas en China han hecho que el país asiático pueda controlar la pandemia
Estas fueres restricciones y medidas hacen referencia como la solución que está buscando Hong Kong para obligar a sus ciudadanos a realizarse la prueba de COVID-19, tras sumar otros 15 contagios el martes de esta semana.
Los casos importados en todo el país asiático asciende a 3.142, y el total del nivel nacional es de 85.704 positivos, un dato que se aleja mucho del millón de positivos en España.
Además, el martes las autoridades sanitarias chinas no confirmaban ninguna muerte por coronavirus, por lo que la cifra se mantiene en los 4.634 fallecidos, frente a los casi 34.000 decesos registrados a mitad de semana en España.
Estas diferencias se deben a que el país asiático le ha puesto las pilas al COVID-19. Las autoridades sanitarias se centran en evitar que no importen casos al país, y en acabar con cualquier brote que pueda aparecer.
Esto lo consiguen a través de la realización de PCR masivas, aislamientos obligatorios ante la mínima sospecha de posible positivo y contando con el apoyo de una sociedad concienciada y preocupada de tomar todas las medidas para no contagiarse.
Aquellos que han regresado al país asiático han tenido que cumplir con los requisitos que impone el gobierno chino incluso antes de embarcar al avión.
Se deben presentar una declaración de salud y el resultado de una PCR que tiene que realizarse no más de tres días antes de volar. El viaje en el avión tiene que hacerse con mascarilla y los pasajeros solo se pueden levantar para acudir al baño más cercano a su asiento.
Cuando se aterriza en China, se realiza otra PCR, y se traslada a los recién llegados a un hotel, donde se debe cumplir una cuarentena obligatoria de 15 días.
"Al llegar a Shanghai, una persona revisó la declaración de salud y te hacía preguntas al respecto. Nos tomaron muestras para una PCR, pasamos por un arco de temperatura y fuimos a un espacio lleno de mesas que correspondían con cada barrio de la ciudad. Fuimos a la del barrio en que vivimos y esperamos a que viniera a recogernos un autobús que nos llevó a un hotel para pasar dos semanas de cuarentena", relata a Heraldo de Aragón el piloto zaragozano Francisco Lacambra, residente de la ciudad.
Pruebas PCR y una organización brutal
Volver al gigante asiático requiere someterse a tres pruebas PCR, una al llegar al aeropuerto, otras al tercer día de la llegada, y la última a los 11 días.
Se trata de un proceso largo, pero bien organizado, cosa que llevar a cabo en un régimen que no sea como el chino. Pero esta organización merecería la pena.
Hace varios meses que la población del gigante asiático hace vida normal, los negocios funcionan, todo está abierto y no hay restricciones de movilidad. Las mascarillas ya no son obligatorias, salvo en el transporte público y en los edificios públicos.
Además, cabe destacar que cuando detectan un pequeño brote, como el registrado en la ciudad de Qingdao, en apenas cinco días realizan pruebas PCR a toda la ciudad (Qingdao cuenta con nueve millones de habitantes).
Y ya no sólo se destaca la labor de las autoridades sanitarias de China y de su gobierno, sino que ya son muchos los que coinciden en que la concienciación respecto al virus de la sociedad va por delante de todo, cosa que en España, no pasa.
Añadir nuevo comentario