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Corea del Norte ha vuelto a restringir la entrada de turistas extranjeros occidentales, revirtiendo la breve apertura que permitió visitas a su territorio. Esta decisión subraya la falta de previsibilidad en las políticas del régimen y los riesgos que conlleva viajar al país más hermético del mundo. Aunque recientemente se habían relajado algunas restricciones impuestas desde la pandemia, la incertidumbre sobre la estabilidad de estas medidas persiste.
El pasado febrero, un grupo de viajeros procedentes de Reino Unido, Canadá, Grecia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Austria, Australia e Italia tuvo la oportunidad de ingresar a Corea del Norte. Sin embargo, la experiencia estuvo limitada a la ciudad de Rason, una zona económica especial ubicada en el noreste del país. Esta breve reapertura generó esperanzas de que las visitas pudieran retomarse de manera más amplia, pero la repentina suspensión de los tours ha vuelto a generar dudas sobre la política de acceso al país.
Corea del Norte da el cierre inesperado de las visitas a Rason
La agencia Koryo Tours, con sede en China y especializada en viajes a Corea del Norte, anunció recientemente que las visitas a Rason han sido "temporalmente paralizadas" sin previo aviso. Young Pioneer Tours, otra agencia de turismo con base en China, confirmó la misma información tras recibir una notificación de sus socios norcoreanos. Ambas empresas han manifestado estar intentando comprender los motivos detrás de esta nueva restricción.
La falta de comunicación oficial por parte de las autoridades norcoreanas deja a los operadores turísticos en un limbo, sin claridad sobre si la suspensión será definitiva o solo temporal. Esta situación refuerza la percepción de que viajar al país implica someterse a normativas impredecibles y sujetas a cambios abruptos.
Riesgos latentes para los viajeros
Uno de los mayores peligros de visitar Corea del Norte es el riesgo de detención por razones arbitrarias. Las autoridades aplican la ley de manera discrecional y han encarcelado a extranjeros por acciones que, en otros países, serían consideradas inofensivas. Tomar fotografías en lugares no autorizados o realizar gestos que se interpreten como una falta de respeto al liderazgo pueden ser motivos suficientes para un arresto prolongado.
Además, los turistas occidentales enfrentan una desprotección absoluta en caso de problemas, ya que la mayoría de sus países de origen no tienen representación diplomática en Pyongyang. En caso de emergencia médica o detención, las posibilidades de intervención externa son mínimas. A esto se suma el estricto control de las comunicaciones, que impide a los visitantes mantener contacto con el exterior, dejándolos completamente a merced de las autoridades locales.
Viajar a este país supone riesgos que causan secuelas físicas, psicológicas y hasta incluso, la muerte. Y el causante de estos daños son las razones arbitrarias por las que uno puede ser encarcelado.
De forma impredecible el país aplica leyes, dando como resultado la detección de extranjeros por acciones que en otros países con inofensivas, como los son tomar fotografías en lugares no permitidos o mostrar actitudes que en el país se consideran irrespetuosas.
Ejemplo de ello fue la muerte de una turista de Corea del Sur que visitaba el complejo turístico de Kumgang y que recibió el disparo de un soldado norcoreano por acercarse a una zona militar restringida. También en 2016 un joven estadounidense de 22 años paso detenido más de un año en el país por robar un cartel de propaganda política del hotel donde se encontraba alojado. Finalmente quedó liberado por ‘razones humanitarias’ y lo regresaron al país en coma y con signos de violencia. Así reportan estos casos desde The Guardian y el New York Times.
El turismo: fuente de ingresos y herramienta de propaganda
Antes de la pandemia, el turismo representaba una importante fuente de divisas para Corea del Norte, con la mayoría de los visitantes procedentes de China. En 2022, las fronteras comenzaron a abrirse lentamente, permitiendo la llegada de alrededor de 100 turistas rusos. El año pasado, aproximadamente 880 ciudadanos rusos visitaron el país, según datos del Ministerio de Unificación de Corea del Sur.
Si bien el turismo genera ingresos para el régimen, que los utiliza para financiar sus programas militares y de propaganda, los riesgos de viajar a Corea del Norte superan con creces cualquier posible beneficio. La reciente suspensión de visitas a Rason es un recordatorio de la naturaleza volátil y restrictiva del gobierno de Kim Jong-un, dejando claro que cualquier intento de apertura puede revertirse sin previo aviso.
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