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El otoño y el invierno se caracterizan por ser estaciones con mayores días de lluvia y menores horas de luz. Además, llega el frío, lo que nos obliga a arroparnos y pasar más tiempo en casa.
La depresión post-vacacional se hace ver con la despedida de comer helados por la calle. En cuanto al paisaje, aunque los tonos ocres del otoño sean para muchos los más hermosos del año, las hojas de muchos árboles termina cayéndose, lo que acaba por conferir un paisaje mucho más vacío que la frondosa primavera.
Todos estos factores provocan un conjunto de sentimientos que favorecen la aparición de tristeza y melancolía, que a mayores pueden provocar lo que se conoce como depresión estacional.
Poca energía o problemas para dormir, entre los síntomas de la depresión estacional
Aunque no todas las personas con este trastorno experimenten todos los síntomas habituales de la depresión estacional, el Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. (NIH por sus siglas en inglés) presenta diferentes síntomas asociados a ella, como sentirse deprimido gran parte del día, perder interés por actividades que anteriormente se disfrutaban, cambios de apetito que generan alteraciones en el peso, problemas para dormir, sentirse lento o agitado, tener poca energía o dificultad para concentrarse. Los peores escenarios contemplan desesperanza e incluso pensamientos fatales, ante lo que el NIH alerta para obtener asistencia "de inmediato".
"Como en cualquier otra manifestación psicopatológica, a mayor número de variables o factores de riesgo presentes (por ejemplo, mayor nivel de neuroticismo, menor apoyo social y recursos, estresores y el modo de afrontamiento de los mismos, peores hábitos de sueño, etc.) mayor será la probabilidad de aparición de depresión", explica a 20 Minutos Rubén Sanz Blasco, profesor de psicología de la Universidad Complutense de Madrid y director del Centro Cuarzo de Psicología Científica.
La luz solar es un factor determinante
"La carencia o disminución de la luz solar provoca alteraciones a nivel emocional que pueden explicarse por cambios neuroendocrinos. Dos hormonas implicadas en este proceso, aunque no son las únicas, serían la melatonina y la serotonina, ambas muy relevantes para el estado de ánimo y para la regulación de ciclos biológicos tales como el apetito, el sueño y la vigilia", indica el profesor Sanz, que explica que el aumento de serotonina, propiciado por una mayor cantidad de luz, otorga mayores niveles de tranquilidad frente a una depresión estacional, "mejorando el sueño y el equilibrio anímico", lo que acaba impactando en nuestro estado de ánimo.
El experto comenta que en los países nórdicos las alteraciones emocionales de esta índole son más frecuentes, debido a las menores horas de luz. En todo caso, la disminución de horas de luz no afecta a todo el mundo por igual. "Hay personas que se sienten muy bien en días con poca luz y lluviosos", explica. "No hay reglas homogéneas aplicables a todas las personas".
Respecto a otros factores ambientales, "no se encuentran tan claros a nivel científico como la luz, lo que no quiere decir que por ejemplo a una persona no pueda afectarle la temperatura en su estado de ánimo".
Ante el sufrimiento, hay que pedir ayuda para recibir tratamiento
Sanz va más allá y explica que conviene acudir a un especialista "cuando el grado de sufrimiento sea considerable y cuando la aparición de tristeza, cansancio, apatía, etc. empiece a ser incapacitante para la vida de la persona", es decir, "cuando el estado de ánimo negativo sea intenso, los episodios muy frecuentes o se alargue de un modo excesivo en el tiempo". La ayuda, explica, iría desde tratamiento psicológico hasta otras técnicas como fototerapia y farmacoterapia.
Hay ciertos hábitos que minimizan el riesgo ante una depresión estacional. Sanz señala cuidar la alimentación, llevar una buena higiene de sueño, favorecer la actividad física adaptada a las condiciones de cada persona, llevar una adecuada vida social o reducir los niveles de estrés.
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