El Sol morirá dentro de 5.000 millones de años, pero ¿cómo acabará la Tierra?

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07/03/2025 - 15:30
Sol

Lectura fácil

El Sol, nuestra estrella más cercana, tiene una vida de aproximadamente 4.600 millones de años y, según los científicos, aún le quedan alrededor de 5.000 millones de años antes de agotar su suministro de hidrógeno y transformarse en una gigante roja. Este proceso marcará el final de su ciclo vital y traerá consigo la desaparición de los planetas que lo orbitan, incluida la Tierra.

¿Cómo será ese final del Sol para nuestro planeta?

Durante años, los científicos han estado investigando las posibles consecuencias para los planetas del sistema solar cuando el Sol llegue al final de su vida. Una pista importante proviene de un misterioso fenómeno observado en la Nebulosa de la Hélice, una de las estrellas moribundas más cercanas a la Tierra, a unos 650 años luz de distancia. Desde la década de 1980, se ha detectado una señal inusual de rayos X proveniente de la estrella central de la nebulosa, que ha desconcertado a los expertos durante más de 40 años. Este enigma podría arrojar información valiosa sobre lo que nos espera cuando el Sol llegue a su inevitable final.

La persistencia de los investigadores podría haber aclarado el enigma de esta señal, según lo indica un estudio publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, en el que participó el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). La fuente de la enigmática señal de rayos X proveniente de una estrella moribunda podría ser la destrucción de un planeta. "Hemos identificado una relación entre la emisión de rayos X duros de una enana blanca y los procesos de destrucción o supervivencia de un sistema planetario a su alrededor", comenta Martín A. Guerrero, investigador del IAA-CSIC y segundo autor del estudio.

¿Cómo muere?

Cuando una estrella como el Sol agota su combustible, se convierte en una gigante roja en su fase final. Durante este proceso, expulsa sus capas externas hacia el espacio, formando una nebulosa planetaria. En su núcleo, permanece una enana blanca, un remanente estelar denso y caliente que emite radiación ultravioleta. Esta radiación ioniza e ilumina el gas circundante, dando lugar a las brillantes estructuras que distinguen a estas impresionantes formaciones cósmicas.

Es el caso de la Nebulosa de la Hélice, que se formó a partir de una estrella similar al Sol en las etapas finales de su vida. Los gases expulsados por la estrella, desde nuestra perspectiva, tienen la apariencia de una hélice vista desde arriba, lo que le da su nombre. La estrella remanente es una enana blanca conocida como WD 2226-210, y su edad, estimada según su ritmo de expansión, es de aproximadamente 10.600 años.

Aunque las enanas blancas como esta generalmente no emiten rayos X de alta energía, WD 2226-210 sí lo hacía. Los telescopios Einstein y ROSAT detectaron estos rayos en décadas pasadas. Hoy en día, gracias a los avanzados observatorios de rayos X, como Chandra de la NASA y XMM-Newton de la Agencia Espacial Europea (ESA), la comunidad científica ha logrado obtener una comprensión mucho más precisa de este misterio.

¿Cómo se destruye un planeta?

En este caso, se trataría de un planeta semejante a Júpiter que habría migrado hacia el interior del sistema debido a la interacción gravitacional con otros planetas. Al acercarse lo suficiente a WD 2226-210, la fuerte gravedad de esta estrella enana blanca habría terminado desgarrando el planeta, ya sea de forma parcial o total (tal como se muestra en la imagen que encabeza esta noticia).

Esta enana blanca comparte comportamientos en rayos X similares a los de otras dos que no se encuentran en nebulosas planetarias. Una de ellas podría estar absorbiendo material de un planeta vecino, aunque de manera más gradual y sin destruirlo de inmediato. La otra parece estar captando escombros de un planeta en su superficie. "Sistemas como este nos pueden proporcionar información sobre la supervivencia o destrucción de planetas alrededor de estrellas parecidas al Sol a medida que estas envejecen", comenta Jesús A. Toalá, coautor del estudio e investigador de la UNAM.

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