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A comienzos del siglo XX, España enfrentaba un alto nivel de analfabetismo, con seis millones de personas que no sabían leer ni escribir y un millón de niños sin escolarizar, especialmente en zonas rurales. Para combatir esta situación, la Segunda República impulsó un ambicioso plan educativo, destacando las Misiones Pedagógicas, cuyo objetivo era llevar la educación y la cultura a los pueblos.
Las misiones pedagógicas: un proyecto educativo innovador
A comienzos del siglo XX, España enfrentaba un grave problema de analfabetismo. Un total de seis millones de personas no sabían leer ni escribir, y un millón de niños estaban sin escolarizar. Además, el país necesitaba la construcción de 27.000 escuelas para garantizar el acceso a la educación.
Ante este panorama, el Gobierno de la Segunda República puso en marcha un ambicioso plan para acercar la educación y la cultura a las poblaciones más desfavorecidas. Uno de los proyectos más emblemáticos de esta iniciativa fueron las Misiones Pedagógicas, diseñadas para llevar el conocimiento a los pueblos a través de bibliotecas, proyecciones de cine, conferencias y teatro.
El encargado de liderar esta misión fue el pedagogo riojano Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), una figura clave en la renovación educativa de la época. Como discípulo de Francisco Giner de los Ríos y miembro de la Institución Libre de Enseñanza, Cossío promovió un sistema educativo basado en la libertad de pensamiento, el aprendizaje crítico y la creatividad.
Un esfuerzo colectivo por la educación
Las Misiones Pedagógicas contaron con la participación de numerosos intelectuales, artistas y docentes. Figuras como Federico García Lorca, Miguel Hernández, María Zambrano y Carmen Conde se sumaron al proyecto, contribuyendo con su talento y compromiso.
Entre 1931 y 1936, las misiones recorrieron más de 7.000 pueblos, llevando la educación a miles de personas que nunca habían tenido acceso a un libro, una obra de teatro o una película. En solo su primer año, se crearon más de 7.000 escuelas y se impulsó la instalación de bibliotecas en comunidades rurales. Para muchos, fue la primera vez que pudieron ver una pintura de un gran maestro o asistir a una representación teatral.
Como señaló el escritor Luis Alfonso Iglesias Huelga, el impacto de este proyecto trascendió lo educativo y se convirtió en una revolución cultural.
Un acto de libertad
Cossío defendía un sistema educativo que ayudara a las personas a pensar por sí mismas y a vivir en plenitud. Rechazaba la enseñanza basada en la memorización mecánica y los exámenes como único método de evaluación. Creía en la coeducación, en la enseñanza de idiomas y en un aprendizaje conectado con la realidad cotidiana.
Sin embargo, la Guerra Civil de 1936 truncó estos avances. Con la llegada de la dictadura franquista, la educación volvió a un modelo dogmático y autoritario, eliminando gran parte de los logros alcanzados por las Misiones Pedagógicas.
A pesar de los intentos por ocultar su influencia, la figura de Cossío ha sido reivindicada en los últimos años. En 2023, el instituto de Haro recuperó su nombre, y su labor ha sido reconocida como un pilar fundamental en la historia de la educación en España.
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