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La visibilidad de las estrellas en el cielo nocturno disminuye porque el brillo artificial de este aumenta una media mundial de un 9,6 % cada año, una tasa de cambio más rápido de lo que sugerían en un principio las mediciones satelitales de las emisiones de contaminación lumínica en la Tierra.
Ello supone que, si continúa ese ritmo de cambio, un niño nacido en un lugar donde se ven 250 estrellas solo podrá ver 100 estrellas en el mismo lugar cuando cumpla 18 años.
Así se explica en un estudio dirigido por Christopher Kyba, del Centro Alemán de Investigación de Geociencias GFZ y la Universidad Ruht de Bochum (Alemania), con colegas del GFZ y el NOIRLab de la Fundación nacional de Ciencias de Estados Unidos.
El estudio se basa en el análisis de 51.351 observaciones a simple vista realizadas por personas de todo el mundo entre 2011 y 2022 como parte del proyecto de ciencia ciudadana Globe at Night, centrado en la contaminación lumínica.
Las estrellas se vuelven invisibles a ojos de los humanos por la alta contaminación lumínica
En una gran parte de la superficie terrestre de la Tierra, el cielo continúa brillando con un crepúsculo artificial mucho después de la puesta del Sol.
Este ‘resplandor del cielo’ es una forma de contaminación lumínica que tiene efectos graves en el medio ambiente y, por lo tanto, debería ser foco de investigación, según Constance Walker, coautora del estudio y directora del proyecto Globe at Night de NOIRLab.
Muchos comportamientos y procesos fisiológicos de los seres vivos están determinados por los ciclos diarios y estacionales y, por lo tanto, están influenciados por la luz. “El resplandor del cielo afecta tanto a los animales diurnos como a los nocturnos y también destruye una parte importante de nuestro patrimonio cultural”, apunta Walker.
La apariencia del cielo nocturno está cambiando, y estos cambios conocidos como contaminación lumínica acarrean efectos negativos en la observación de estrellas y la astronomía. El cambio en el brillo celeste a lo largo del tiempo no se ha medido previamente en el mundo. Si bien en principio podría evaluarse mediante satélites, los únicos sensores actuales que monitorean toda la Tierra no tienen la precisión ni la sensibilidad suficientes.
Por lo tanto, un enfoque prometedor es utilizar el poder de observación de las personas que utilizan el ojo humano como sensor y, al hacerlo, en el marco de los experimentos de ciencia ciudadana, confiar en el poder de la multitud.
El proyecto Globe at Night, iniciado por NOIRLab de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, ha estado funcionando desde 2006 y personas de todo el mundo pueden participar en él.
Los investigadores examinaron 19.262 ubicaciones en todo el mundo, de ellas 3.699 en Europa y 9.488 en América del Norte. Para calcular una tasa de cambio en el brillo del cielo a partir de estos datos y tener en cuenta que los observadores también estaban en diferentes lugares a lo largo de los años, los científicos utilizaron un modelo global para el brillo del cielo basado en datos satelitales de 2014.
Los cambios en las prácticas de iluminación, señalados como culpables
Kyba cree que la diferencia entre la observación humana y las mediciones satelitales probablemente se deba a cambios en las prácticas de iluminación: "Los satélites son más sensibles a la luz que se dirige hacia el cielo. Pero es la luz emitida horizontalmente la que representa la mayor parte del resplandor del cielo", argumenta.
En este sentido de contaminación lumínica, añade: “Si los anuncios y la iluminación de la fachada se vuelven más frecuentes, más grandes o más brillantes, podrían tener un gran impacto en el brillo del cielo sin hacer una gran diferencia en las imágenes satelitales”.
Otro factor a parte de la contaminación lumínica que citan los autores es el cambio generalizado de las lámparas de vapor de sodio naranja a los LED blancos, que emiten mucha más luz azul. “Nuestros ojos son más sensibles a la luz azul por la noche y es más probable que la luz azul se disperse en la atmósfera, por lo que contribuye más al brillo del cielo”, recalca Kyba, antes de agregar: “Los únicos satélites que pueden obtener imágenes de toda la Tierra por la noche no son sensibles en el rango de longitud de onda de la luz azul”.
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