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En los últimos años, los precios han experimentado un aumento considerable, lo que ha provocado cambios tanto en el comportamiento de los consumidores como en el de las empresas. Los consumidores, con el objetivo de abaratar su compra, se han orientado hacia marcas blancas o la búsqueda constante de ofertas.
Por otro lado, las empresas han buscado reducir sus costos de producción sin alterar mucho los precios, con la esperanza de que sus clientes no cambien de marca.
Sin embargo, algunas marcas, en su intento de mantener precios atractivos, han traspasado una línea delicada entre calidad y fraude.
La trampa detrás de los precios bajos: la "cheapflación"
El fenómeno de aumentar los precios y distraer al cliente ha dado lugar a lo que se conoce como "cheapflación". Se trata de una práctica que surgió a finales del siglo XX, y consiste en sustituir los ingredientes o materiales originales de un producto por otros más baratos y de calidad inferior, independientemente de las marcas.
Según el profesor Eduardo Irastorza, esta estrategia ayuda a las marcas a mantenerse en el mercado y mejorar su margen de beneficio, pero lo que realmente ocurre es que los consumidores terminan pagando lo mismo por productos de menor calidad o en menor cantidad. Este tipo de prácticas, aunque no siempre son fáciles de detectar, perjudican directamente a los consumidores.
Así, varias organizaciones como la OCU han alertado sobre el uso de aceites más baratos, como el aceite de colza en lugar del aceite de girasol, o el empleo de materiales de peor calidad en ropa y electrónicos.
Aunque las marcas puedan no alterar los precios, lo que hacen es reducir la calidad del producto, algo que pasa desapercibido para muchos.
¿Es legal la "cheapflación"?
Una de las dificultades de la "cheapflación" es que no siempre es ilegal, ya que lo importante es que los ingredientes o materiales nuevos estén reflejados correctamente en la etiqueta del producto y en las marcas correspondientes.
Sin embargo, no todos los consumidores son conscientes de esta práctica, ya que los productos mantienen la misma apariencia y en muchos casos, el cambio de ingredientes no es evidente a simple vista.
Miguel Ángel Ruiz, presidente de la Asociación Española de Consumidores, afirma que este tipo de prácticas son problemáticas porque los consumidores no saben que la calidad ha bajado, y la transparencia en el etiquetado sería la solución.
Propuestas para mejorar la transparencia en el mercado, las marcas y el consumo
Ante estas situaciones, la OCU ha propuesto una enmienda en la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. La principal idea es que los cambios en los productos sean informados de manera clara y comprensible en el envase, de forma que el consumidor pueda ver si el producto ha cambiado en cuanto a calidad o cantidad.
Según esta propuesta, si el producto ha reducido su tamaño o ha cambiado sus materiales, esta información debería ser visible en el punto de venta, de forma que el consumidor pueda tomar decisiones informadas.
Las organizaciones de consumidores abogan por una mayor claridad en la información de los productos para evitar que esta situación siga perjudicando a los consumidores.
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