Lectura fácil
El mercurio es un metal pesado ampliamente reconocido por su toxicidad y sus efectos dañinos en la salud humana y el medio ambiente. Durante mucho tiempo, se ha investigado como un contaminante ambiental, centrándose en su impacto en las personas, especialmente a través del consumo de pescado contaminado.
Sin embargo, una reciente investigación realizada por la Sociedad Química Americana y publicada en Environmental Science & Technology indica que el impacto del mercurio en el ecosistema podría ser mucho más extenso y perjudicial de lo que se creía. Este estudio sugiere una posible relación entre este metal y el cambio climático, lo que podría llevar a replantear las estrategias de manejo y control de este elemento peligroso.
Mercurio, un contaminante persistente que amenaza ecosistemas
Se trata de un contaminante persistente que circula entre la atmósfera, el suelo y los océanos, y se presenta en tres formas principales: elemental, inorgánico y orgánico (metilmercurio). La forma orgánica, metilmercurio, es la más tóxica, ya que se acumula en las cadenas alimenticias y puede tener serias repercusiones en los organismos que lo ingieren, incluidos los humanos.
Sin embargo, este no es su mayor depósito; se calcula que el suelo retiene tres veces más que los océanos y 150 veces más que la atmósfera. Esto se debe a que este metal pesado penetra en las profundidades de la Tierra mediante deposiciones atmosféricas, principalmente originadas por emisiones tanto industriales como naturales, acumulándose en la capa superficial del suelo.
Al llegar a ciertos ecosistemas, el mercurio puede mantenerse presente durante largos períodos, especialmente si se vincula a materia orgánica o queda atrapado en suelos de permafrost, es decir, aquellos que han permanecido congelados al menos dos años.
Nuevos hallazgos
Recientemente, un equipo de investigación dirigido por Xuejun Wang y Maodian Liu ha recopilado uno de los mayores conjuntos de datos sobre niveles de mercurio en el suelo, con casi 19.000 mediciones previas. Esta nueva información ha aportado valiosos conocimientos sobre la distribución de este metal en distintas capas de suelo a nivel mundial, utilizando un algoritmo de aprendizaje automático para estimar la cantidad total almacenado en las primeras 40 pulgadas (alrededor de un metro) de suelo.
Gracias a este análisis, los investigadores calcularon que el suelo contiene aproximadamente 4.7 millones de toneladas de este metal, una cifra notablemente superior a estimaciones previas que solo consideraban capas más superficiales.
Distribución
Se descubrió que las mayores concentraciones de mercurio en el suelo se encuentran en regiones con vegetación densa, como los trópicos, donde el metal pesado se acumula en plantas y animales. También se identificaron altos niveles en zonas de permafrost y en áreas urbanas densamente pobladas, como el este de Asia, el norte de Europa y América, donde el calentamiento global podría llevar a concentraciones de más de 20 ng/g. En contraste, regiones con poca vegetación, como algunas áreas del Amazonas, África Central y el archipiélago de Malasia, mostraron niveles más bajos, los cuales podrían disminuir aún más por la pérdida de cobertura vegetal.
El calentamiento global y su impacto
La relación entre el cambio climático y el mercurio se hace evidente con el aumento de las temperaturas y el CO₂, que promueven el "reverdecimiento", es decir, un crecimiento en la densidad de la vegetación. Este incremento de vegetación tiene un efecto directo en la acumulación del elemento, ya que las plantas absorben el metal de la atmósfera a través de sus hojas y lo transfieren al suelo cuando se descomponen, aumentando así los niveles del metal en las capas superficiales.
Esta dinámica es más marcada en zonas tropicales y boscosas, donde el rápido ciclo de vida de las plantas facilita una mayor acumulación del metal en el suelo. Con el calentamiento global, es probable que los niveles sigan aumentando, afectando tanto a los ecosistemas como a la salud humana. Además, si el calentamiento continúa, el metal podría liberarse nuevamente a la atmósfera o llegar a cuerpos de agua, poniendo en riesgo la vida marina.
Añadir nuevo comentario