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Nuestros oídos tienen una singular sensibilidad que les dota de capacidad para reconocer sonidos en determinadas frecuencias. Estos sonidos dan mucha información a nuestro cerebro sobre el entorno y han evolucionado especialmente para mantenernos a salvo. Sin embargo, existen trastornos como la misofonía, que pueden impactar negativamente en nuestra vida.
¿En qué consiste la misofonía?
Todos los seres humanos reaccionamos ante los ruidos porque nos resultan incómodos o molestos. Esas reacciones pueden variar dependiendo de la característica del ruido y la asociación que tengamos a nivel mental. Por ejemplo, una canción suave nos genera calma, sin embargo, un ruido elevado como el de una sirena, nos pone en alerta. La misofonía se encuentra afectada precisamente por esta relación entre el sonido y nuestra percepción cerebral de su significado.
La misofonía se entiende como un trastorno neurológico, en el que nuestro sistema nervioso cerebral realiza una mala interpretación de los sonidos concretos, haciendo que el sonido de algo tan habitual y común como un suspiro o el tono de voz de una persona, generen una reacción desmedida que se sale del control de la persona que sufre este trastorno. Esto se debe a que se genera una hipersensibilidad a ciertos sonidos y ruidos que pueden provocar la huida o la reacción violenta por parte del oyente.
¿Cómo puede afectar a las personas?
Los sonidos y ruidos nos ayudan a adaptarnos a nuestro entorno general, incluida nuestro ambiente familiar o de relaciones con otras personas. La misofonía tiene diferentes grados e incluso tratamientos, pero en sus estadios más graves, puede impactar de forma muy negativa en la vida de las personas que lo padecen. Pongamos un ejemplo, ¿Qué pasaría si un niño tuviese un estadio elevado de este trastorno y no pudiese soportar el tono de voz de su madre?
Se han dado casos como este, en el que el niño huye o ataca a la madre, porque su misofonía no le permite tolerar la voz de su madre, generándole ansiedad y estrés. Las implicaciones de algo así pueden ser devastadoras para el entorno familiar, ya que la generación del vínculo entre madre e hijo se imposibilita pudiendo a generar mucho dolor para la madre y también para el niño. Claramente este trastorno puede acarrear graves consecuencias para el desarrollo de una persona.
¿Qué ocurre en nuestro cerebro?
El trastorno de la misofonía ha tenido muy poca investigación durante mucho tiempo. Sin embargo, hace una década, el doctor Sukhinder Kumar, de la Universidad de Iowa en Estados Unidos, y Tim Griffith, de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, se aliaron para llevar a cabo una investigación para desgranar los entresijos de este trastorno.
Durante su investigación, pudieron ver a través de resonancias magnéticas, la actividad que se generaba a nivel cerebral de las personas con misofonía al ser sometidos a diversos sonidos, que la clave del trastorno residía en la corteza auditiva y la amígdala. Una mala interpretación entre ambas era la responsable de desencadenar los efectos, ya que, según el sonido, la corteza auditiva lanzaba un mensaje de alerta que ponía en marcha la amígdala, principal responsable de la segregación de cortisol. Gracias a estos estudios pudieron generar tratamientos.
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