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En junio de 2010 aparecía desnortada y demacrada en las costas de los Países Bajos la orca Morgan, una hembra joven que se convirtió en la última trinchera de una batalla: la que disputan partidarios y detractores de mantener las ballenas asesinas en cautividad.
Los motivos del deterioro de Morgan no están claros, pero los jueces determinaron que el mejor sitio para mantenerla era el Loro Parque, en Tenerife, uno de los dos únicos zoológicos de Europa con ejemplares de este gigantesco cetáceo en cautividad. Los animalistas exigían la liberación de la orca y los responsables del parque aseguraban que eso era una temeridad, ya que el personal había detectado síntomas de una sordera, crítica para estos cetáceos.
La historia de Morgan, la única orca sorda bajo cuidados humanos en el mundo, ha sido llevada a un cortometraje como emblema de una petición científica: medir los ruidos submarinos para conocer el estado de salud de los océanos comenzando por los espacios incluidos en la Red Natura 2000.
Morgan tiene una deficiencia auditiva notable, una condición que descarta la posibilidad de devolverla a mar abierto
Las orcas, como otros cetáceos, dependen de su oído para comunicarse, dado que son animales con una complejidad social extraordinaria. Además, la necesitan para la ecolocalización, otra de sus excepcionales capacidades.
Con esa sordera, que los investigadores no han sido capaces de cuantificar, su capacidad de relacionarse y de obtener alimento se reducen de forma peligrosa. Su supervivencia en libertad estaría en entredicho.
“Morgan”, que significa “Venida del mar”, protagoniza bajo la denominación de “La orca valiente” un corto de animación producido por Loro Parque en el que se narra su historia de superación desde que fue rescatada en el Mar del Norte, desnutrida y sin su grupo familiar, hasta su llegada a las instalaciones homónimas de Tenerife.
Ahora nuestra orca protagonista de esta nota, que fue madre en 2018, pesa casi 2.000 kilos y ha superado en longitud a dos de sus compañeras del recinto tinerfeño, explica a EFE Javier Almunia, director de Loro Parque Fundación, quien subraya que la idea del corto es además atraer la atención sobre cómo los ruidos submarinos generados por la actividad humana afectan a los animales, y esta orca con déficit auditivo es la ideal para ello.
Entre otros motivos, porque se ha detectado que en los animales que aparecen varados hay cada vez con mayor frecuencia problemas auditivos, lo que se ha constatado sobre todo en delfines.
Ello ha coincidido con el aumento continuo y en algunos lugares, de manera exponencial, de los ruidos submarinos, pero el problema es que hay muy pocos estudios realizados en el mundo, con la excepción de Australia, que tiene registros desde hace 20 años.
El nivel de ruido en el mar aumenta y está afectando a todos los organismos
Nunca sabremos si la sordera de Morgan es natural o causada por una exposición casual a actividades humanas como explosiones, prospecciones sísmicas o instalación percusiva de pilones. Lo que sí sabemos es que estas actividades pueden causar sordera temporal o permanente a cetáceos en sus cercanías. Algo que debemos visibilizar.
Los más directamente perjudicados por este ruido son los cetáceos porque su comunicación depende del silencio y si no hay, tienen que elevar la voz para comunicarse y para conseguir presas donde no hay luz o el agua es turbia.
Aunque se trate de una contaminación invisible, no perceptible como el vertido de plásticos o el derrame de petróleo, es un problema creciente para la flora y fauna marina.
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