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Uno de los efectos del cambio climático que más sufrirá la población en las próximas décadas está relacionado con el agua. Lo cierto es que los expertos vaticinan que el mundo se quedará sin agua en el año 2050.
Crecidas, inundaciones, sequías y escasez hídrica ya se están viendo intensificadas a consecuencia del calentamiento global. E irán a más. Es un hecho confirmado por el último informe del IPCC que no deja lugar a dudas de la influencia antropogénica sobre el clima.
Se prevé que el número de personas afectadas por el estrés hídrico se elevará considerablemente, lo que se verá exacerbado por el crecimiento de la población y la disminución de los recursos hídricos disponibles.
No obstante, las noticias no solo son malas. Evitar esto está en nuestras manos. Se puede empezar con controlar la actividad humana, que en las últimas décadas ha dejado su marca en el consumo de agua y el cambio en el clima, como la erosión, contaminación y el drenaje de los ríos y acuíferos subterráneos.
En el Informe sobre el estado de los servicios climáticos en 2021: Agua, se destaca la necesidad de tomar medidas urgentes orientadas a mejorar la gestión cooperativa de los recursos hídricos, adoptar políticas integradas sobre el agua y el clima, e incrementar las inversiones en este preciado bien que sustenta todos los objetivos en materia de desarrollo sostenible, adaptación al cambio climático y reducción de riesgos de desastre.
El aumento de la población y la demanda podría dar lugar a que el mundo se quede sin agua
Además, el aumento de las temperaturas está generando cambios en las precipitaciones a nivel mundial y regional, lo que ha dado lugar a variaciones en la distribución de las lluvias y las estaciones agrícolas, con importantes repercusiones en la seguridad alimentaria, así como en la salud y el bienestar de los seres humanos.
Tan solo hace 200 años la población del mundo contaba con no más de mil millones de personas. Gracias a la revolución industrial, las mejoras en la sanidad y la agricultura, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente. Según cálculos de ONU actualmente somos en torno a 7,5 mil millones. Y aunque la tendencia de este crecimiento intensivo está bajando en los últimos años, para 2050 está previsto que seamos alrededor de 9 mil millones de habitantes.
Esto tiene sus implicaciones, siendo la más visible el aumento de la demanda que hará que nos quedemos sin agua potable. Se calcula que casi todo el crecimiento previsto será en países en vías de desarrollo, donde proporcionar el suministro de agua y servicios básicos para la población ya resulta un esfuerzo notable.
Donde hay sed, hay hambre también
Actualmente alrededor del 70 % de los recursos de agua dulce se están utilizando en la agricultura. Y con más gente, este número solo va a crecer. La producción de alimentos también está previsto que aumente.
Durante el año pasado, se han registrado numerosos fenómenos extremos relacionados con el agua. En Asia, las lluvias extremas causaron inundaciones masivas en el Japón, China, Indonesia, Nepal, el Pakistán y la India. Millones de personas se vieron obligadas a desplazarse, y cientos de seres humanos perdieron la vida.
Vivir sin agua continúa siendo uno de los principales motivos de preocupación para muchas naciones, especialmente en África. Más de 2.000 millones de personas viven en países que padecen estrés hídrico y carecen de un suministro de agua potable y servicios de saneamiento.
Debemos tomar conciencia de la inminente crisis del agua
En términos generales, el mundo se encuentra considerablemente atrasado en lo que respecta a la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: “Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”.
En 2020, 3.600 millones de personas carecían de un servicio de saneamiento gestionado de forma segura, 2.300 millones no disponían de servicios básicos de higiene y más de 2.000 millones vivían en países que padecían estrés hídrico, sin agua.
En 75 países se registraron niveles de aprovechamiento eficiente de los recursos hídricos inferiores a la media, y en 10 de ellos los niveles fueron sumamente bajos. El ritmo de progreso actual debe cuadruplicarse para cumplir las metas mundiales de aquí a 2030.
Algunas naciones ya han encontrado su solución
Parece que si existe la intención se puede aplicar con el mismo éxito a otros lugares que sufren de una manera similar. Como por ejemplo, el caso de Australia, que sobrevivió su “Sequia del milenio” de 1997 a 2009 implementando rápidamente medidas que redujeron a la mitad el consumo de agua empresarial y residencial.
Richard Damania, economista principal del World Bank’s Water Practice, explica en igua.com, que la clave para esta estrategia fue poner un precio al agua, haciéndola una mercancía comerciable. Así, si tú tienes agua, pero no produces un cultivo de gran valor, puedes venderla a alguien que produce algo de mayor valor.
Otra estrategia que nos puede servir como buen ejemplo es la de Israel. Allí reciclan el agua efluente del uso humano, incluso las aguas residuales domésticas, y así cubren hasta el 40% de las necesidades de la agricultura del país. Además, Israel es uno de los líderes en desalinización, llegando a potabilizar el agua de mar para más de la mitad de la demanda nacional. Desalinizar parece que pueda ser la solución que nos salve de la falta de agua para siempre, pero, por desgracia, no se pude aplicar en cualquier lugar.
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