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Según el último informe realizado por el Observatorio de la Productividad y Competitividad en España de BBVA en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigación (Ivie), la productividad española ha presentado un descenso del 7,3 % en lo que vamos se siglo, a pesar de haber experimentado una ligera subida acumulada entre los años 2013 y 2019. Sin embargo, la pandemia de 2020 presentó un punto de inflexión bastante notorio.
Así, en 2020, la productividad española se redujo un 5,1 % de golpe ese año, una caída que se ha intentado recuperar durante 2021 y 2022, fecha de los últimos datos recopilados por este informe. Sin embargo, esta recuperación que fue del 2,8 % acumulado, no ha sido suficiente para generar un cambio en el retroceso de la productividad total y tampoco para alcanzar a las cifras de la Unión Europea.
Según el estudio, esto se explica principalmente por una evolución “poco favorable de la productividad del trabajo y del capital en España”.
La productividad española vuelve a suspender
Así, el informe detalla que la productividad española en el ámbito del trabajo creció menos que en otros países con una media anual del 0,7 % desde principios de siglo, frente al 1,1 % que se registró Europa en su conjunto, o el 1,4 % de Estados Unidos. Por su parte, la productividad del capital también experimentó caídas entre 2000 y 2022 de un 1,2% cada año, debido a que la inversión acumulada avanzó más que el valor añadido generado.
Aunque la productividad española conjunta de estos factores aumentó un 1,2% entre 2013 y 2019, y un 2,8% tras la pandemia, esas mejoras “no son suficientes para converger hasta los niveles medios europeos de productividad”, comentaban desde el informe. Pero, ¿Cuáles son los principales factores que explican estos bajos niveles? En primer lugar, el informe señala que es “débil” porque la trayectoria de la productividad mantiene los niveles de eficiencia por debajo de los del siglo pasado.
En segundo lugar, la baja productividad del capital refleja una “excesiva acumulación de activos inmobiliarios” que siguen parcialmente utilizados por las empresas que los poseen y lastran la productividad.
El lastre del mercado inmobiliario
El estudio indica que el ‘boom’ inmobiliario de principios de siglo explica el negativo comportamiento agregado de la productividad española. De este modo, sectores como la construcción, la hostelería, la energía y actividades del sector servicios atrajeron inversiones que resultaron poco productivas, siendo casualmente los sectores que actualmente se encuentran más activos.
Estas inversiones “desembocaron en excesos de capacidad no utilizada” que afloraron cuando la economía entró en recesión. Especialmente en la etapa que transcurre entre 1995 y 2007, “la inversión residencial y en otras construcciones se guió más por las ganancias de capital esperadas a corto plazo” que por la productividad que podrían ofrecer a medio plazo dichos capitales si fueran plenamente utilizados.
De esta forma, se fue generando un importante "lastre" inmobiliario en la productividad española, que "se prolonga hasta nuestros días", ya que estos activos inmobiliarios no son duraderos a largo plazo.
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