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La soltería se ha convertido en uno de los cambios culturales más significativos y globales del siglo XXI, según los demógrafos. Este fenómeno es tan notable que las ciencias sociales han tenido que redirigir su enfoque de estudio desde la familia hacia la soltería, con el fin de comprender cómo se ha duplicado el porcentaje de personas que nunca formarán una pareja estable y por qué las personas pasan periodos más prolongados de su vida solteros.
En España, la proporción de solteros ha ido en aumento de manera constante desde mediados de la década de 1970. El demógrafo Pau Miret señala que, en su estudio titulado "Patrones de género en relación al empleo, la instrucción y la inmigración en las pautas de soltería por edad en España" (2023), revisó más de 10,5 millones de datos trimestrales de la Encuesta de Población Activa (EPA) desde 1976 hasta 2023. Sus hallazgos revelan que la soltería ha alcanzado niveles inusitados, con un notable aumento en la cantidad de personas que no han formado pareja antes de los 39 años.
Retrasos en la formación de parejas
Miret explica que a finales de los setenta, el "celibato definitivo", que se refiere a la no convivencia en pareja antes de cumplir 39 años, representaba solo el 11 % de la población. En su estudio, encontró que este porcentaje se había elevado a un extraordinario 20 % para 2018. Esto indica que la formación de la primera pareja se está retrasando significativamente, y quienes lo hacen, esperan hasta después de los 30 años. Además, se ha observado que uno de cada cinco españoles nunca llega a establecer una unión. Según Miret, este cambio cultural en España es más acentuado debido a las tradiciones profundamente arraigadas que históricamente han fomentado la creación de familias.
El análisis también muestra que la edad media para dejar de ser soltero ha aumentado considerablemente. En los años ochenta, los hombres dejaban de estar solteros a los 25 años y las mujeres a los 22. Para 2018, estas cifras se habían incrementado a 29,5 años para los hombres y 27 años para las mujeres. Aún más notable es el retraso en el matrimonio formal, que ha pasado de 33 años en 2011 a 36,8 años en 2022. Aunque el número de bodas ha aumentado después de la pandemia, todavía se encuentra en niveles históricamente bajos. Este retraso en la emancipación y la formación de parejas ha tenido un impacto significativo en la baja tasa de natalidad en España, un problema social que preocupa a muchos demógrafos y expertos en el tema.
Causas de la creciente soltería
En su investigación, Miret identifica dos factores principales que contribuyen a la tendencia creciente de la soltería: el alto nivel de educación de las mujeres y la falta de estabilidad laboral entre los hombres. Según su análisis, la formación de pareja en los hombres está muy ligada a la estabilidad laboral, mientras que en las mujeres, el fenómeno es inverso: a mayor educación, mayor retraso en la formación de pareja. Esto ha llevado a un incremento en el número de personas que nunca han formado una unión, lo que se conoce como "soltero o soltera de por vida".
El cambio cultural y la presión social también juegan un papel crucial en esta evolución. A medida que los jóvenes adultos dedican más tiempo a la educación y enfrentan una escasez de vivienda asequible, se ven cada vez más alejados de las decisiones relacionadas con el matrimonio y la procreación. Este cambio de enfoque ha llevado a una vida en la que muchos prefieren disfrutar de relaciones sin el compromiso que conlleva el matrimonio, creando un panorama donde las uniones son menos frecuentes.
Así las cosas, la soltería ha dejado de ser un estado temporal para convertirse en una opción de vida para muchos jóvenes adultos. Este fenómeno se apoya en diversos factores, como la educación, el empleo y un cambio cultural que permite a las personas priorizar su independencia y desarrollo personal sobre las tradiciones familiares. A medida que este cambio cultural continúa, es probable que la sociedad deba adaptarse y reevaluar lo que significa estar soltero en el siglo XXI, así como sus implicaciones para la estructura familiar y la natalidad en el futuro.
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