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La violencia acompaña al ser humano desde los albores de su existencia. Este fenómeno ha sido estudiado por multitud de expertos y pensadores a lo largo de la historia, quienes han ofrecido explicaciones diversas y, a menudo, contradictorias. En la antigua Grecia, por ejemplo, Sócrates afirmaba que esta no se originaba en principios abstractos, sino que emergía como una modalidad inherente a las relaciones sociales. Es decir, cualquier espacio de interacción humana puede convertirse en un terreno fértil para la manifestación de esta interacción, y el deporte no es una excepción.
El psicólogo Helio Carpintero señala que es un fenómeno universal y el deporte no es más que uno de los ámbitos en los que se manifiesta. Este vínculo no es nuevo: los primeros registros de este comportamiento asociado al deporte se remontan a las Olimpiadas de la antigua Grecia y a los espectáculos romanos, como las carreras de caballos, donde los espectadores mostraban conductas violentas hacia los participantes.
Antonio Sánchez Pato, sociólogo especializado en violencia deportiva, destaca que la tradición del ludus romano ha dejado una huella profunda en la cultura europea, donde los estadios deportivos, denominados "arenas", evocan aquella época en la que la este comportamiento era parte del entretenimiento.
Historia de la violencia en el deporte
Lejos de desaparecer, la violencia en el deporte ha evolucionado a lo largo del tiempo. Aunque los escenarios y las formas han cambiado, la esencia sigue siendo la misma. En la actualidad, es común presenciar actos violentos en eventos deportivos, ya sea entre aficionados, contra jugadores, entrenadores o incluso árbitros.
Los datos recientes muestran un incremento alarmante de estos incidentes en los últimos años, especialmente tras la pandemia. Informes como la ‘Memoria de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte’ revelan un aumento de las propuestas de sanciones por actos violentos, que pasaron de 712 en la temporada 2019/2020 a 1,675 en 2022/2023.
El deporte, como señala Sánchez Pato, actúa como una válvula de escape para las tensiones sociales. La pasión inherente al deporte, más que en otros ámbitos, fomenta una transformación en el individuo. Este fenómeno de metamorfosis, que se intensifica por la disolución del individuo en la masa, lleva a comportamientos antisociales. Según el psicólogo Heliodoro Carpintero, el anonimato que proporciona formar parte de un grupo numeroso genera una sensación de impunidad, permitiendo que afloren conductas violentas.
Curiosamente, esta interacción no se distribuye de manera uniforme entre los diferentes deportes. En disciplinas como el boxeo o las artes marciales, es parte intrínseca del juego, raramente se observan altercados entre el público. Por el contrario, en deportes como el fútbol, la frustración derivada de no poder participar activamente en la acción parece exacerbar los conflictos.
Estudios realizados en Inglaterra incluso sugieren que las visitas al estadio influyen en la conducta de los aficionados fuera de él, aumentando o disminuyendo la agresión en otros ámbitos de sus vidas, dependiendo de cómo gestionen su frustración.
Entre las figuras más afectadas por este comportamiento se encuentran los árbitros. La percepción de los colegiados como enemigos ha llevado a agresiones verbales y físicas, incluso en competiciones de menor escala, como el fútbol base. Alfonso Pérez Burrull, exárbitro y asesor, subraya que la falta de respeto hacia la autoridad del árbitro se origina en una crisis de valores más amplia que afecta a toda la sociedad.
Esta pérdida de autoridad también se refleja en otras figuras como profesores o policías, lo que contribuye a la normalización de este acto tan deleznable.
Influencia de la frustración en el comportamiento agresivo
Por otro lado, el movimiento ultra representa la cara más visible de la violencia en el deporte. Estos grupos, surgidos en Inglaterra con los ‘hooligans’, se han expandido por el mundo, adaptándose a contextos locales pero manteniendo patrones comunes: una estructura jerárquica, ritos de entrada y un fuerte sentido de identidad grupal.
En España, aunque la acción policial y la voluntad de algunos clubes han reducido su presencia, los datos recientes apuntan a un resurgir preocupante. Hugo del Prado, Delegado Nacional de Unidades de Intervención Policial, afirma que estos grupos se aprovechan de la polarización social y política para alimentar este comportamiento, actuando tanto dentro como fuera de los estadios.
La solución a este problema, según expertos como Antonio Sánchez Pato y Heliodoro Carpintero, pasa por la educación en valores y el refuerzo del respeto hacia la autoridad. Además, iniciativas como ‘LALIGA VS’ buscan concienciar y prevenir la violencia desde una perspectiva educativa. Solo a través de un esfuerzo conjunto entre instituciones, clubes, autoridades y la sociedad en general, podrá reducirse esta problemática en el deporte, transformándolo en el espacio de convivencia y desarrollo humano que debería ser.
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