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El vuelo sin motor (también conocido como vuelo a vela), es un deporte aéreo, que consiste en pilotar un velero o planeador para recorrer distancias y elevarse sin más ayuda que los movimientos de las masas de aire en el seno de la atmósfera.
Cuando las condiciones son lo suficientemente buenas, los pilotos experimentados pueden permanecer en el aire durante horas volando y volar cientos de kilómetros antes de regresar a sus campos de aviación, en ocasiones se hacen vuelos de más 1.000 kilómetros.
Tres ONGs se han unido para permitir que personas en silla de ruedas puedan aprender a pilotar un avión sin motor. Elisabeth Heilmeyer es la presidenta de una de ellas, “Las Sillas voladoras”, una organización que busca la integración de personas con discapacidad en actividades aeronáuticas. Lo logran haciendo realidad el sueño de volar, demostrando que es posible subir a un avión e incluso ser piloto.
Todo el mundo puede hacer lo que se proponga, o por lo menos intentarlo
Elisabeth explica que antes pilotaba aviones por placer, pero desde que está en silla de ruedas a causa de una lesión medular se ha convertido en algo terapéutico.
En total lleva 27 años como piloto. “La sensación de libertad que tengo arriba me permite olvidar los peldaños que no puedo subir sola o ese ascensor que no funciona. Es algo difícil de describir, hay que vivirlo y la verdad es quien lo prueba finaliza la experiencia con cara de felicidad” asegura en declaraciones a RTVE.
Pero su meta ha llegado aún más alto, gracias a la participación de otra ONG, “Homeless Entrepreneur”, integrada por 250 voluntarios repartidos por todo el mundo. Ayudan a las personas sin hogar a ser ciudadanos activos, trabajando de nuevo. Cuentan con cuatro programas que persiguen saltar los obstáculos para facilitar su recuperación laboral y personal.
Y esta última actividad, compartida, se desarrolla bajo el lema “De la calle al cielo”, porque entre la calle y el cielo está la vida, puntualizan. A través de esta acción quieren motivarles para enseñarles que todo es posible.
Su colaboración ha permitido que Juan Mascuaniano, un programador que ha vivido más de 20 años en la calle, suba por primera vez a un planeador.
Los vuelos sin motor de hacen sentir libre
Ambos coinciden en que es una forma de hacer algo diferente, de salir del día a día que, en el caso de Juan, le impide en la mayoría de las ocasiones bajar de su casa. Vive en un tercer piso y no está adaptado, por lo que tarda hasta 20 minutos en llegar al portal.
Sin limitaciones, sin trabas ni estorbos y con el cielo bajo sus pies, así culminan los vuelos sin motor en Toledo. Y con una sonrisa de oreja a oreja.
"Es una forma de ayudar, motivar e inspirar a las personas que tienen dificultades. Además, luego podrán tener la formación del vuelo", comenta Andrew Funk, presidente y fundador de 'Homeless Entrepreneur'.
Becas para volar y encontrar un hogar
Al margen de este vuelo inicial, promovido también por PREDIF, que realiza programas a favor de personas con discapacidad física y orgánica en todo el territorio español, se persigue recaudar fondos para conceder cuatro becas.
Están valoradas con 14.400 euros: dos para pilotos con algún tipo de discapacidad y otras dos para sacar a dos personas de la calle, con trabajo y hogar “Algo muy concreto para que puedan ser pilotos de un avión, pero también de su vida personal, con trabajo” concreta Andrew.
Todo un reto, sinónimo de libertad, que pone de manifiesto que, a pesar de las diferencias, todos podemos volar y hacerlo juntos.
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