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Los expertos de Acción Contra el Hambre han advertido que es necesario poner el foco en la crisis mundial alimentaria que está trayendo la pandemia para millones de personas. Sus equipos en todo el mundo han redoblado esfuerzos para proteger la alimentación de millones de personas del hambre que trae la Covid-19.
La pandemia pone en peligro la alimentación mundial
Las restricciones a la movilidad, el cierre de fronteras y la ruptura de los mercados han provocado una hiperinflación que en muchos países está llevando a la población a pasar hambre en mercados abastecidos.
Solo el confinamiento de casi la mitad de la población mundial ha puesto en jaque a 2.000 millones de trabajadores informales que dependen de su actividad diaria para ganarse un salario que le permita comer.
La alimentación mundial ante la crisis
En Siria, por ejemplo, "el coste de la canasta básica de alimentos ha aumentado un 240 %. Incluso en países con mecanismos de protección más sólidos, como España, estamos observando cambios en la dieta entre quienes han perdido su empleo, accediendo a menos proteína y consumiendo más hidratos de carbono y ultraprocesados”, según explica Antonio Vargas, responsable de salud y nutrición de Acción contra el Hambre.
Pero al impacto económico, exponencialmente mayor en países sin ERTE ni subsidios, hay que sumar los efectos directos de la salud. “El colapso de sistemas sanitarios con la enfermedad, o simplemente el miedo de la población a acercarse a lugares que podían estar repletos de carga viral, ha dejado sin atender a otras enfermedades. Esto es especialmente grave en el caso del tratamiento de la desnutrición, y también lo es la suspensión de los programas de prevención. Se estima que el número de niños y niñas desnutridos aumentará un 14 % con la pandemia, lo que se traduciría en 10.000 muertes infantiles más por mes".
La prioridad fue garantizar la comida diaria a los desempleados
Los equipos de Acción Contra el Hambre adaptaron desde marzo sus programas al nuevo escenario en todo el mundo. En un primer momento lo más urgente era romper la cadena de contagios, con un refuerzo de la higiene y la sensibilización comunitaria para evitar la propagación del virus y con un refuerzo en la protección de personal sanitario y centros de salud.
Posteriormente, la prioridad fue garantizar la comida diaria a los millones de trabajadores informales que habían dejado de tener ingresos de un día para otro y a poblaciones especialmente expuestas como personas refugiadas. Todo ello en un contexto en el que la propia ayuda se enfrentaba a dificultades de movimientos, tanto de bienes como de personas, por las restricciones impuestas.
En muchos países la pandemia ha sido solo una crisis más, añadida a las que ya vivían
En América Latina, con países como Perú o Colombia a la cabeza de las cifras de contagios, se calcula que 29 millones caerán en la pobreza tras la pandemia.
“Especialmente grave ha sido para los cuatro millones de venezolanos en el exterior o para los millones de centroamericanos que han visto disminuir drásticamente la llegada de remesas de países como EE.UU., y que adoptan medidas de adaptación extremas como el endeudamiento o el trabajo infantil”.
En África, donde la enfermedad no ha tenido ni la intensidad ni la letalidad de otras regiones, preocupa especialmente el impacto sobre un sistema de salud ya frágil antes de la pandemia. “Hemos tenido que hacer esfuerzos ímprobos para que la población no abandonase los programas de prevención de la desnutrición y para continuar garantizando el tratamiento a los niños y niñas con desnutrición aguda”.
La subida del precio de alimentos básicos parece imparable
En Oriente Próximo, la subida del precio de alimentos básicos parece imparable. En Líbano, “los precios de los alimentos se han duplicado desde mayo. En esta región el confinamiento ha sido especialmente duro para el millón y medio de refugiados sirios que viven en Líbano o en zonas entre las de mayor densidad demográfica del mundo, como la Franja de Gaza”.
En Filipinas, el país con la cuarentena más larga, las distribuciones de alimentos han sido cruciales en zonas donde los mercados se han quedado sin abastecimiento.
En todos estos países la pandemia ha sido solo una crisis más, añadida a las que ya vivían. El hambre, tras décadas de reducción, ha aumentado en los últimos cinco años como consecuencia de conflictos enquistados en los que se ha generalizado el uso de del hambre como arma de guerra y por la crisis climática global.
Preocupación por la alimentación también en España
Los profesionales de Acción Contra el Hambre que trabajan por la inclusión sociolaboral de personas desempleadas y en situación de vulnerabilidad en 10 comunidades autónomas españolas alertan a su vez de un cambio de patrón en la dieta de las familias que han perdido su empleo.
No solo come peor quien ve reducidos sus ingresos, sino que el deterioro de su estado de salud por un cambio de dieta reduce sus posibilidades de empleo. “Compran menos pescado, carne o productos frescos y hacen más frecuente el consumo de ultraprocesados, a la venta a precios más baratos”, explica Vargas, quien advierte que la relación entre desempleo y una mala alimentación es bidireccional.
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