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Durante el verano, muchos osos polares no consiguen llegar al hielo marino del alto Ártico, donde normalmente encuentran abundante comida. Su viaje parte de las islas Svalbard, pero el hielo que conecta esas zonas se derrite cada vez más temprano por el calentamiento global.
Sin ese puente helado, los osos quedan atrapados y sin acceso a sus presas principales: focas. Obligados a sobrevivir como pueden, comen lo que encuentran: huevos de aves, pequeños animales, basura y restos de animales muertos.
El hielo del Ártico alcanza un mínimo histórico
El 22 de marzo de 2025 se registró el punto máximo del hielo marino durante el invierno. Pero lejos de ser una buena noticia, esa cifra fue la más baja jamás medida en esta estación desde que se tienen datos satelitales, en 1979. Según el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC), esta cifra no solo llegó tarde en el calendario estacional, sino que también fue alarmantemente baja, sobre todo en la zona del Ártico.
Cada verano, el hielo entre las islas Svalbard y el Ártico profundo se derrite antes de tiempo debido al calentamiento global. Esto impide que muchos osos polares lleguen a sus zonas de caza. Sin acceso a focas, su principal alimento, se ven forzados a buscar alternativas como huevos, pequeños animales o restos en descomposición. Esta dieta insuficiente debilita su salud y provoca un aumento en la mortalidad.
Además, las diez menores extensiones de hielo invernal en la historia moderna han ocurrido desde 2007. Esto no es casualidad: es una tendencia clara que indica que el cambio climático está avanzando a un ritmo cada vez más preocupante.
Un fenómeno que acelera su propia destrucción
Uno de los factores más preocupantes es el “efecto albedo”. Este se refiere a la capacidad del hielo para reflejar la luz solar. Cuando hay menos hielo, el océano oscuro lo reemplaza, absorbiendo más calor en lugar de reflejarlo. Esto hace que se derrita aún más hielo, creando un círculo vicioso de calentamiento y pérdida.
El hielo que antes sobrevivía varias estaciones —el llamado “hielo multianual”— ha disminuido más del 90 % desde 1985. En su lugar, ahora predomina un hielo estacional, delgado y mucho más frágil frente al aumento de las temperaturas y al oleaje.
Consecuencias para el planeta y la vida silvestre
El retroceso del hielo marino no solo afecta a los osos polares. Así, cambia todo el ecosistema del Ártico y tiene impacto a nivel mundial. Por otro lado, afecta las corrientes oceánicas, los patrones del clima y la estabilidad del entorno del Ártico.
Algunas especies, como las ballenas boreales, podrían beneficiarse de un océano con menos hielo, ya que les permite salir a respirar con más facilidad. También puede crecer el fitoplancton, gracias a la mayor cantidad de luz. Sin embargo, estos beneficios son pequeños frente a los riesgos generales.
El Ártico está perdiendo su capa de hielo a un ritmo alarmante. Este proceso es un fuerte recordatorio de que el cambio climático no es un problema lejano, sino que está ocurriendo ahora. Aunque la situación es grave, el conocimiento científico puede ayudarnos a tomar decisiones correctas. Todavía hay tiempo para actuar, pero no hay tiempo que perder.
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