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Según la Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, proclamada por la Asamblea General en su resolución 47/133, de 18 de diciembre de 1992, como conjunto de principios que deben ser aplicados por todos los Estados, se producen siempre que:
"Se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que estas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del Gobierno o con su apoyo directo o indirecto, su autorización o su asentimiento, y que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley".
Las desapariciones forzadas suponen más que la vulneración a los derechos humanos
El uso que se le da a las desapariciones forzadas es el de infundir terror, ya que la sensación de inseguridad no solo se transmite a los seres queridos de la víctima, sino que acaba afectando a conjunto de la sociedad.
Es un problema mundial que se da en cualquier lugar del mundo, pero cabe destacar que surgieron en las dictaduras militares, y hoy en día pueden surgir en situaciones complejas de conflicto interno, y más se usa como método de represión política de los oponentes. Esto es motivo de una especial preocupación:
La desaparición forzada se usa a menudo como estrategia para infundir el terror en los ciudadanos. La sensación de inseguridad que esa práctica genera no se limita a los parientes próximos del desaparecido, sino que afecta a su comunidad y al conjunto de la sociedad.
- El acoso de los defensores de los derechos humanos, los parientes de las víctimas, los testigos y los abogados que se ocupan de los casos de desaparición forzada;
- El uso por los Estados de la lucha contra el terrorismo como excusa para el incumplimiento de sus obligaciones;
- La todavía generalizada impunidad por la práctica de las desapariciones.
Debe prestarse también especial atención a los grupos de personas especialmente vulnerables, como los niños y las personas con discapacidad.
Cientos de miles de personas han desaparecido durante conflictos o períodos de represión en al menos 85 países de todo el mundo.
Víctimas de la desaparición
En primer lugar, encontramos a las propias víctimas, que a veces sufren torturas y el miedo a perder la vida. Asimismo, se suma la angustia de que son conscientes del gran tormento que están viviendo sus familiares y amigos sin saber donde se encuentran.
Las víctimas de las desapariciones forzosas se encuentran totalmente privadas de todos sus derechos y están a merced de sus secuestradores o torturadores.
Aunque acaben siendo liberadas, no se termina el calvario, pues las víctimas pueden sufrir cicatrices físicas y psicológicas, siendo las segundas las que mucho más tiempo necesitarán para poder sanar algo, ya que no al completo, por el tipo de deshumanización a la que han sido sometidas.
La familia y los amigos también son víctimas de las desapariciones forzosas, puesto que viven una angustia mental lenta, sin saber si su ser querido sigue con vida, dónde se encuentra, en qué condiciones y cuál es su estado de salud.
A esto se suma el hecho de que por ser cercanos al desaparecido, viven amenazados, ya que pueden correr la misma suerte, o si voluntad de indagar para poder dar con el paradero de su ser querido, les puede exponer a un peligro mayor.
En algunas ocasiones, las víctimas de las desapariciones forzosas son el sustento económico familiar, por lo que su desaparición supone consecuencias materiales, y mayor angustia para la familia.
Es por ello que durante el Día Internacional de las Desapariciones forzosas, no debemos olvidar aquellos momentos de la historia, que llevaron a la rotura de miles de familias, amigos y la pérdida de vidas inocentes, a las que se les castigo por un derecho humano, el vivir libres.
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