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Francisco Rubio, un hombre de 60 años y residente en Salou, es un claro ejemplo de la lucha contra la depresión y las consecuencias de una discapacidad invisible. Durante su infancia, Francisco sufrió acoso escolar y, con el tiempo, su vida se vio marcada por la tristeza y la sensación de ser diferente. Sin embargo, fue al llegar a la adultez cuando los síntomas se intensificaron, lo que culminó en un intento de suicidio tras más de 15 años de trabajo como ingeniero industrial. Esta experiencia lo marcó para siempre, y es un recordatorio de la profunda huella que puede dejar la depresión no solo en la vida de quien la padece, sino también en el entorno que lo rodea.
Superar el estigma de la discapacidad invisible
El Día Mundial de la Lucha contra la Depresión nos invitaba a reflexionar sobre los millones de personas afectadas por esta enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas en todo el mundo sufren de depresión, convirtiéndola en la principal causa de discapacidad. Francisco fue uno de esos afectados. Después de años de enfrentar episodios depresivos y una crisis personal que lo llevó al límite, fue reconocido con una discapacidad psicosocial del 60 %, lo que resultó en la pérdida de su empleo y la ruptura de su relación de pareja. A pesar de las dificultades, Francisco decidió reinventarse y empezar de cero, enfocándose en su recuperación y en el activismo social. Hoy en día, es presidente de la Asociación Obertament Catalunya, en la que trabaja por visibilizar y eliminar el estigma de la salud mental.
En sus palabras, Francisco expresa lo que muchas personas con una discapacidad invisible sienten: "Cuando le dices a la gente que tienes una discapacidad sobrevenida por una depresión aguda tiende a pensar que eres un cuentista. Es una de esas discapacidades fantasmas que pocos ven". Esta falta de empatía hacia quienes padecen enfermedades mentales sigue siendo una barrera en la integración de estas personas en la sociedad y en el mundo laboral, lo que se traduce en una tasa de empleo considerablemente baja en este colectivo.
El apoyo mutuo y el valor de la recuperación
A pesar de las dificultades, Francisco nunca estuvo solo en su camino hacia la recuperación. En uno de sus ingresos al psiquiátrico, conoció a Lurdes, quien se convirtió en su compañera de vida y su apoyo incondicional. Juntos han superado las crisis depresivas y luchan contra el estigma que persiste. Francisco admite que la depresión no desaparece por completo, pero ha aprendido a manejar sus herramientas de forma más efectiva. "Lo que cambia es que aprendes a manejar las herramientas que tienes con mayor maestría y muy importante, ahora me enfrento sin caretas", afirma con determinación.
Hoy, dos décadas después de tocar fondo, Francisco mira al futuro con esperanza. Su historia es un testimonio de cómo la superación personal, el apoyo adecuado y la visibilidad de la salud mental pueden transformar vidas. A través de su activismo, busca crear conciencia sobre la importancia de tratar la depresión como una enfermedad seria y brindar el apoyo necesario para quienes la sufren. "He reiniciado y empezado una nueva vida con el contador a cero", concluye Francisco, reafirmando que siempre hay espacio para la esperanza, incluso después de los momentos más oscuros.
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