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El mundo entero está siendo testigo de un gran número de desplazamientos. Cerca de 70 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa del conflicto y la persecución desde finales de 2018. Entre ellas, hay 30 millones de refugiados, de los cuales más de la mitad son menores de 18 años. Además, hay 10 millones de personas apátridas a las que se les ha negado una nacionalidad y el acceso a derechos fundamentales, como la educación, sanidad, empleo y libertad de circulación.
Este domingo 20 de junio se celebra el Día Mundial de los Refugiados. El 4 de diciembre del 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió dedicar la fecha a las personas que habían tenido que huir de sus casas porque en sus países peligraba su vida. La fecha coincide con la firma de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Se aprobó después de la Segunda Guerra Mundial para dotar de protección oficial a los refugiados, defender sus derechos y establecer una serie de obligaciones que los países deben cumplir para protegerlos.
Un refugiado puede haber huido de su país por varios motivos: una guerra o de la amenaza de grupos armados, ideas diferentes a aquellos que están en el poder, creer en una determinada religión o formar parte del colectivo LGBTIQ+.
Luchemos por un mundo más inclusivo
La pandemia de COVID-19 y las recientes protestas contra el racismo ponen de manifiesto que necesitamos luchar por un mundo más inclusivo e igualitario; un mundo donde nadie se quede atrás.
Todos desempeñamos un papel en la lucha para conseguir cambiar las cosas. Esto es la esencia misma de la campaña del Día Mundial del Refugiado de ACNUR. El objetivo es recordar al mundo que todas las personas, incluidos los refugiados, pueden hacer una contribución a la sociedad y cada acción cuenta para crear un mundo más justo, inclusivo e igualitario.
En tiempos de COVID, rendimos homenaje a las personas refugiadas que están en primera línea de la lucha contra esta pandemia, a las comunidades que las acogen y a los trabajadores humanitarios que las apoyan. Hemos visto cómo héroes del día a día, de toda condición, daban un paso al frente para unirse a la primera línea de la respuesta.
Las poblaciones de refugiados, especialmente aquellas que residen en asentamientos con alta densidad, acceso deficiente al agua y al saneamiento y servicios de salud limitados, son especialmente vulnerables al COVID-19.
Cada dos segundos una persona se ve obligada a desplazarse como resultado de los conflictos y la persecución
Cada minuto, 24 personas lo dejan todo para huir de la guerra, la persecución o el terror. Las Naciones Unidas indican en su página web que hay varios tipos de personas desplazadas por la fuerza. Pero todos tienen algo en común:
- Refugiados
- Solicitantes de Asilo: quienes solicitan el reconocimiento de la condición de refugiado y cuya solicitud todavía no ha sido evaluada en forma definitiva. En promedio, alrededor de 1 millón de personas solicitan asilo de forma individual cada año.
- Desplazados Internos: no han cruzado las fronteras de sus países para buscar la seguridad. Su huida se da dentro de su propio país.
- Apátridas: no tienen una nacionalidad y pueden tener dificultades para acceder a derechos humanos básicos.
- Retornados: son los que consiguen volver a casa. El regreso concluye un tiempo a menudo traumático en el exilio.
Juntos somos más fuertes
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) tiene su Sede en Ginebra, aunque el 90 % de su personal trabajan sobre el terreno. A día de hoy, más de 16.000 personas en 134 países proporcionan protección y asistencia a millones de refugiados, repatriados, desplazados internos y apátridas.
La mayor parte del personal de ACNUR está en países de Asia y África, los continentes que alojan y generan a la mayoría de los refugiados y desplazados internos.
ACNUR surgió a raíz de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a los europeos desplazados por aquel conflicto.
La Convención de 1951, que define quién es un refugiado, contiene una serie de sus derechos y también pone de relieve sus obligaciones hacia el país de acogida. La piedra angular de la Convención es el principio de no devolución. De acuerdo con este principio, un refugiado no debe ser devuelto a un país donde se enfrenta a graves amenazas a su vida o su libertad.
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