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Definir la felicidad es algo que los filósofos más reputados llevan intentando hacer desde que el mundo es mundo. Sin embargo, aún hoy, no se ha conseguido dar una definición única y del todo clara de lo que es, ya que tiene un componente ampliamente subjetivo, lo que dificulta incluso que la encontremos. Lo que nos hace felices es totalmente individual, pero existen elementos comunes, como emociones o pensamientos que nos advierten de que estamos siendo felices.
Ante esta situación, también sale a flote un eterno debate: ¿El dinero da realmente la felicidad? Este eterno debate se ha materializado en frases tan conocidas que afirman lo contrario, que el dinero no nos hará felices, sino que son aquellas cosas que trascienden la que nos llevan hacia ese camino. Estas dos corrientes han vuelto a hacerse presentes, aunque en esta ocasión a través de estudios más científicos, pero igual de contradictorios.
¿75.000 dólares para asegurar la felicidad?
Un curioso estudio, realizado y publicado por miembros del Centro para la Salud y el Bienestar de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, evaluaba la relación existente entre el bienestar emocional, nuestra capacidad para la felicidad y su correlación con el número de ceros en nuestra cuenta bancaria. Siguiendo estas premisas, y tomando en cuenta un contexto social de país occidental con rentas elevadas, concluyeron que para ser felices, hacían falta al rededor de 75.000 dólares anuales.
Visto desde España, donde el Salario Mínimo Interprofesional a penas supera los 15.000 euros, algo más de 16.000 dólares, puede darnos un bajón importante al ver la amplia diferencia entre una cifra y otra. Según el estudio, “los ingresos altos compran satisfacción con la vida”. En la otra cara de la moneda, señalaban que “los bajos exacerban el dolor asociado con desgracias como una mala salud o la soledad”.
Llegaron a estas conclusiones después de analizar más de 450.000 respuestas del Índice de Bienestar Gallup-Healthways, plataforma especializada en bienestar, que recogía encuestas diarias de más de 1.000 residentes. Otros estudios han validado esta idea sobre la correlación entre el dinero y la felicidad bajo una premisa muy sencilla: El dinero nos hace sentir más seguros.
Seguros en todos los sentidos, desde contar con comida caliente, un techo en el que vivir o poder permitirnos desarrollar aquellos hobbies que nos gustan, estudiar, viajar o simplemente quitarnos presiones económicas de la cabeza. Esto se entiende como un reductor muy potente del estrés, lo que se traduce en una mayor salud mental. La precariedad sin embargo, nos deprime y nos estresa.
Pero, ¿Qué hay del otro lado?
Ahora que nos encontramos en una época en la que la salud mental se está convirtiendo en un problema cada vez más notorio, nos preguntamos ¿Por qué estamos deprimidos? La respuesta puede estar efectivamente en el plano material y económico. Sin embargo, existen muchas situaciones de malestar emocional o de dificultad para alcanzar la felicidad que tienen que ver con algo que va más allá de ello.
Viktor E. Frankl, un psiquiatra judío que acabó en un campo de concentración, escribió un libro que pasó a la posteridad por su relevancia académica y filosófica. En 'El sentido de la vida', este profesional de la salud mental observó en una situación de extrema dureza cómo el ser humano era capaz de salir adelante ante situaciones terribles, e incluso llegar a ser feliz, no gracias al dinero, sino a tener la creencia de que su vida tenía un sentido claro.
Esta idea se conecta con nuestro plano emocional y espiritual, algo donde el dinero poco tiene que hacer. El debate sobre el dinero y la felicidad seguirá sin duda durante décadas, pero la clave está en buscar el camino de cada uno hacia ella.
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