El estrés en forma de episodios traumáticos, tensión laboral, factores estresantes cotidianos o discriminación acelera el envejecimiento del sistema inmunitario, lo que puede aumentar el riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y dolencias causadas por infecciones como la covid-19.
Así se desprende de un nuevo estudio liderado por la Universidad del Sur de California (Estados Unidos) y publicado este lunes en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Cuando las personas envejecen, el sistema inmunitario comienza a sufrir una degradación drástica de forma natural, una condición llamada inmunosenescencia. Con la edad avanzada, el perfil inmunitario de una persona se debilita, con demasiados glóbulos blancos desgastados circulando y muy pocos glóbulos blancos frescos e ‘ingenuos’ listos para enfrentarse a nuevos invasores.
El estrés no ayuda al sistema inmunitario
El envejecimiento inmunológico está asociado no solo con el cáncer, sino también con enfermedades cardiovasculares, mayor riesgo de neumonía, menor eficacia de las vacunas y envejecimiento de los órganos.
Los investigadores analizaron si podían descubrir una conexión entre la exposición al estrés durante toda la vida -un conocido contribuyente de mala salud- y la disminución del vigor en el sistema inmunológico, con el fin de encontrar alguna explicación a las drásticas diferencias de salud en adultos de la misma edad.
Consultaron y compararon enormes conjuntos de datos del Estudio de Salud y Jubilación de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), un estudio longitudinal nacional sobre la economía, la salud, el estado civil, el estado familiar y los sistemas de apoyo público y privado de los estadounidenses mayores.
Para calcular la exposición a diversas formas de estrés social, los investigadores analizaron las respuestas de una muestra de 5.744 adultos mayores de 50 años, que respondieron un cuestionario diseñado para evaluar sus experiencias con este estado de cansancio mental, incluidos los episodios estresantes de la vida, el estrés crónico y la discriminación en la vida cotidiana.
Luego, las muestras de sangre de los participantes se analizaron mediante citometría de flujo, una técnica de laboratorio que cuenta y clasifica las células sanguíneas a medida que pasan una por una en una corriente estrecha frente a un láser.
Como era de esperar, las personas con mayor cansancio mental tenían perfiles inmunológicos que parecían mayores, con porcentajes más bajos de combatientes de enfermedades y más altos de glóbulos blancos desgastados.
La asociación entre los episodios estresantes de la vida y menos células T listas para responder se mantuvo fuerte incluso después de controlar la educación, el tabaquismo, la bebida, el índice de masa corporal y la raza o el origen étnico.
Las células T, un componente crítico de la inmunidad, maduran en una glándula llamada timo que se encuentra justo en frente y encima del corazón. A medida que las personas envejecen, el tejido del timo se encoge y es reemplazado por tejido adiposo, lo que reduce la producción de células inmunitarias.
Los factores estilo de vida, mala alimentación y falta de ejercicio, aceleran el cansancio mental
“En este estudio, después de controlar estadísticamente la mala alimentación y la falta de ejercicio, la conexión entre el estrés y el envejecimiento inmunitario acelerado no fue tan fuerte”, indica Klopack, que añade: “Las personas que experimentan más cansancio mental tienden a tener una dieta y hábitos de ejercicio más pobres, lo que explica en parte por qué tienen un envejecimiento inmunológico más acelerado”.
Mejorar los comportamientos de dieta y ejercicio en adultos mayores puede ayudar a compensar el envejecimiento inmunológico asociado con el estrés, según los autores.
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