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La situación generada al finalizar el estado de alarma ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias, que consideran necesario acelerar el proceso de vacunación.
Mientras, en el ámbito político debaten cómo poner freno a los excesos que miles de jóvenes han protagonizado este fin de semana para celebrar que ha acabado el estado de alarma. Se hace aún más necesario incrementar el ritmo de vacunación para lograr lo antes posible una inmunización de rebaño, que requiere que al menos el 70 % de la población haya sido inoculada con la vacuna.
El horizonte inmediato se presenta más favorable, pero los especialistas alertan del peligro de caer en triunfalismos y bajar la guardia ante el virus
Tal como ha anunciado el Gobierno, hoy llegan a España 300.000 dosis más de AstraZeneca, pero en algunas comunidades miles de vacunas aguardan en las neveras a que el Ministerio de Sanidad apruebe que puedan administrarse también a menores de 60 años, tal como se ha autorizado ya en países de la UE como Alemania y Francia y como reclaman los responsables sanitarios de la mayoría de Comunidades Autónomas.
También se han sumado a esa petición desde la Organización Medica Colegial (OMC). Los colegios de médicos han pedido al Ministerio de Sanidad y a los grupos parlamentarios que se consensue una nueva ley orgánica que permita actuar ante el fin del estado de alarma y que se pueda administrar la segunda dosis de AstraZeneca con independencia de la edad del paciente.
Se calcula que en nuestro país son ya más de 1,7 millones las personas vacunadas con AstraZeneca, la mayoría trabajadores esenciales como médicos o profesores.
Andalucía es una de las Comunidades con mayor stock de esta vacuna en las neveras. Su consejero de Sanidad, Jesús Aguirre, ha afirmado recientemente que si el Gobierno no se pronuncia en su comunidad tomarán la decisión de seguir con la segunda dosis de AstraZeneca también a menores de 60 años.
Ralentizar la vacunación supone un grave riesgo, más aún ahora que ha finalizado el estado de alarma
Además, es muy importante entender que mientras exista una incidencia alta en el entorno comunitario, y una cobertura baja de vacunación, no debemos relajar las medidas individuales, incluso en las personas que han sido vacunadas.
El final del estado de alarma, es un momento en el que hay que apelar mucho a la responsabilidad individual y que no por la fatiga pandémica, o por el hartazgo, o por la falsa seguridad de que hemos recibido una o dos dosis de la vacuna, pensemos que ya podemos abrir las compuertas.
Hasta que consigamos un 70 %-80 % de la población vacunada, toca mantener medidas de mucha cautela, de mucha precaución.
Las vacunas, todas ellas, protegen contra la severidad de la COVID-19 -hospitalización y muerte-, pero no eliminan completamente el riesgo de transmisión.
La llegada del buen tiempo y una mayor vida social al aire libre, sumadas al avance de la campaña de vacunación, pueden reducir el impacto del virus hasta niveles mínimos, aunque no se debe bajar la guardia en ningún momento, especialmente entre las personas más jóvenes.
Uno de los fenómenos que vamos a ver este verano es que tendremos un grupo más protegido de personas mayores que pueden experimentar en todo caso infección asintomática, o poco severa que no requiera hospitalización, y un grupo de personas más jóvenes que van a tener un alto riesgo de infección porque no están todavía protegidos con la vacuna, y van a estar interactuando.
Corremos el riesgo de una ola o un repunte en verano de población más joven. Además, la apertura turística va a añadir un riesgo adicional: el de una mayor probabilidad de que entren las nuevas variantes del coronavirus. La única manera de reducirlo es el uso de la mascarilla, la distancia física y el no incurrir en agrupaciones o reuniones sociales.
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