Miles de personas participan pacíficamente en una veintena de ciudades en las manifestaciones convocadas para protestar contra la discriminación, el racismo y la violencia policial.
Hemos dejado atrás dos meses de aplausos sanitarios y de buenos actos y ahora aparece la cara amarga de la pandemia: las caceroladas al Gobierno, que en su mayoría no están ni permitidas ni guardan la distancia de seguridad.