Lectura fácil
La minería submarina a escala comercial en aguas internacionales podría permitirse por primera vez a finales de este año, lo cual podría ser “un riesgo significativo para los ecosistemas oceánicos” y acarrear efectos “duraderos e irreversibles”.
Así lo sugieren científicos de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y los Laboratorios de Investigación de Greenpeace en un artículo publicado este martes en la revista ‘Frontiers in Marine Science’.
La actividad minera en el fondo del océano pronto podría comenzar en las profundidades del océano, pero se desconoce el impacto potencial en los animales, incluidas las ballenas, según los investigadores.
La minería submarina puede tener un efecto negativo en determinadas especies
El estudio se enfoca en los cetáceos (ballenas, delfines y marsopas) y señala que se necesita una investigación urgente para evaluar los impactos potenciales.
“Al igual que muchos animales, los cetáceos ya se enfrentan a múltiples factores estresantes, incluido el cambio climático”, indica Kirsten Thompson, de la Universidad de Exeter, quien añade: “Muy poca investigación ha examinado el impacto que tendría la extracción de minerales de aguas profundas en los cetáceos. Los cetáceos son muy sensibles al sonido, por lo que el ruido de la minería submarina es una preocupación particular”.
Es probable que los sonidos que se espera que produzcan las operaciones mineras, incluidos los de los vehículos operados a distancia en el fondo marino, se superpongan con las frecuencias en las que se comunican los cetáceos, enfatizan los investigadores.
“Buscamos datos sobre cuánto ruido causaría tal minería, pero no hay una evaluación publicada disponible. Sabemos que la contaminación acústica en el océano ya es un problema para los cetáceos y la introducción de otra industria que se espera que opere las 24 horas del día y los siete días de la semana inevitablemente se sumaría al ruido antropogénico existente si la minería submarina prosiguiera”, explica Thompson.
Thompson subraya que, “a pesar de esta falta de información, parece que la minería submarina a escala industrial pronto podría comenzar en uno de los pocos entornos no perturbados que quedan en el planeta".
La Zona Clarion-Clipperton en el océano Pacífico, que proporciona hábitat para unas 25 especies de cetáceos, incluidos delfines y cachalotes, es de particular interés para las empresas mineras que buscan explotar nódulos polimetálicos.
Además, esta industria también busca recursos minerales de los fondos marinos en áreas alrededor de los montes submarinos y los respiraderos hidrotermales de aguas profundas.
"Los montes submarinos ahora se conocen como importantes hábitats en alta mar para algunas poblaciones de cetáceos que se alimentan o se reagrupan a su alrededor, pero aún carecemos de conocimientos básicos sobre estos frágiles ecosistemas", recalca Solène Derville, de la Universidad Estatal de Oregón (Estados Unidos).
Operaciones mineras durante las 24 horas del día
Todavía no se ha realizado ninguna actividad minera en los fondos marinos a escala comercial fuera de las zonas económicas exclusivas de las naciones costeras, aunque la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, un organismo de Naciones Unidas, ha emitido 31 permisos de exploración para áreas fuera de la jurisdicción nacional.
Sin embargo, en junio de 2021, la isla de Nauru, en el Pacífico, activó la llamada ‘regla de los dos años’ e informó a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) que planea explotar las profundidades del mar, lo que significa que la minería submarina podría continuar en junio de este año con cualquier regulación que esa Autoridad haya formulado para ese momento.
Nauru trabaja con una empresa canadiense llamada The Metals Company, que ya comenzó a probar equipos de minería en aguas del Pacífico.
“No sabemos cómo afectará esto a los cetáceos o a la amplia gama de otras especies marinas. Lo que sí sabemos es que será difícil detener la minería submarina una vez que haya comenzado. Dada la amenaza inminente que presenta la regla de los dos años para la conservación de los océanos, sugerimos que no hay tiempo que perder”, detalla Thompson.
Añadir nuevo comentario