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Las patentes farmacéuticas han sido objeto de debate durante mucho tiempo. Sin embargo, ¿sabemos realmente qué son y por qué existe tanta controversia con ellas? Lo primer que tendremos que hacer es definirlas. Una patente es un registro de propiedad industrial, que se incluye dentro del régimen que regula la propiedad intelectual. A través de ellas se obtienen derechos otorgados por el Estado para el uso de un nuevo producto o herramienta tecnológica para la exploración exclusiva.
Para conseguir el aprobado por parte del Estado de estas patentes farmacéuticas, deberán ponerse a disposición pública, aunque suelen marcarse tiempos determinados para que el uso continúe siendo exclusivo durante un tiempo. Normalmente se conceden por 20 años, aunque en el sector farmacéutico este tiempo incluye todo el trabajo previo, incluso el de la fase de I+D, así como el de tramitación, por lo que la exclusividad se reduce.
El papel de las patentes farmacéuticas en la investigación
Es aquí donde empieza a generarse el debate entorno a las patentes farmacéuticas. Por un lado, sus defensores alegan que el uso de esta figura jurídica ofrece protección y garantías a las empresas o inversionistas que apuestan por la investigación a través de la patente, dando exclusividad por un tiempo para que estos puedan recuperar la inversión económica aplicada durante ese periodo.
Sin embargo, sus detractores señalan el hecho de que las empresas que cuentan con las patentes farmacéuticas, poseen el control sobre el precio y la cantidad de producción de los medicamentos, lo que en muchos casos deriva en una difícil o escasa accesibilidad a tratamientos que pueden ser muy necesario para los pacientes, debido a la especulación con el precio de los mismos. Debido a ello, también llega a generarse incertidumbre con productos básicos como las vacunas.
Los defensores de las patentes farmacéuticas alegan que son necesarias para garantizar el futuro de la industria, ya que la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos suponen importantes gastos, así como tiempo. Según el portal Farmaindustria, para desarrollar un nuevo medicamento hacen falta más de 10 años, entre pruebas y autorizaciones, además de una inversión que ronda los 2.500 millones de euros.
Eso sin descartar el alto riesgo de que finalmente no se pueda comercializar. De no existir el seguro de las patentes, muchos decidirían no invertir en estos productos. Sin embargo, en diversas ocasiones acaban suponiendo un importante escollo para el acceso universal a los tratamientos que podrían salvar millones de vidas en el mundo, como así ocurrió en el caso de las vacunas del Covid-19, cuya producción aún se encuentra bajo patente.
Cuál es el impacto
La industria farmacéutica en España fue la que más solicitudes de patentes realizó en 2021, según datos ofrecidos por la Oficina Europea de Patentes. En total se presentaron 189 patentes farmacéuticas, lo que supusieron el 10 % de todas las presentadas en el país. Esto señala que existe un importante interés por ellas, a pesar de las voces críticas, que siguen abogando por la liberación de patentes, como las de las vacunas, para que están puedan llegar a quienes más las necesitan.
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