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España es uno de los países europeos con los precios más altos de electricidad, según los datos de Eurostat, una lista que encabezan países con salarios medios más altos como Alemania, Dinamarca y Bélgica.
La escalada de los precios de la electricidad, que alcanzó un nuevo récord histórico a inicios de octubre con 288 euros por megavatio hora, y los estragos económicos de la pandemia del coronavirus hacen que cada vez haya más hogares españoles vulnerables a esta situación. Los consumidores han visto aumentar su gasto anual en la factura de la electricidad en más de 150 euros con respecto al año anterior.
Hay incertidumbre y falta de información de forma democratizada para que todos los ciudadanos puedan tomar sus propias decisiones respecto a sus servicios públicos y sus facturas. Esto está causando mucho dolor y mucha precariedad en términos de acceso a la energía. Hablamos de pobreza energética.
La pandemia ha empeorado la situación y la previsión es que durante este 2022, el número de familias que tengan dificultades para hacer frente a los recibos de la luz, el agua o el gas siga aumentando.
La pobreza energética ya no es un tema solamente de cuatro o cinco personas que tengan pocos ingresos
La pobreza energética en España empeoró en 2020, en plena pandemia, desde la perspectiva de confort térmico percibido en el hogar o del retraso en el pago de facturas, según los datos del informe ‘Indicadores de pobreza energética en España 2020. Más allá de los índices oficiales’ realizado por la Cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia Comillas.
Sin embargo, este estudio destaca que la realidad de la pobreza energética se ha vuelto más compleja durante el año 2020 debido a la situación de confinamiento doméstico por la pandemia, y plasma una evolución desigual en 2020 con respecto a 2019.
En este sentido, Efraim Centeno, director de la cátedra, señala que "existen diferencias geográficas muy significativas, siendo las comunidades del sur las más afectadas".
Uno de los nuevos indicadores calculado por Comillas saca a la luz un porcentaje muy significativo de pobreza energética oculta tanto en 2019 (25 %) como en 2020 (21 %), convirtiéndose así en la dimensión de la pobreza energética con mayor incidencia.
El informe también señala que en 2020 un 10,9 % de los hogares no pudieron mantener una temperatura adecuada en invierno, frente al 7,6 % del año anterior.
Todavía en 2022, mientras los precios de la luz parecen no tocar techo en España, muchas familias están utilizando la luz o el gas por debajo de sus necesidades por miedo a no ser capaces de afrontar la próxima factura.
Las consecuencias directas de la pobreza energética afectan en primer lugar a la salud de las personas
Vivir en una casa con temperaturas bajas o con humedades de forma prolongada está relacionado con el desarrollo de enfermedades físicas y mentales, que perjudican especialmente a bebés, adolescentes y personas mayores.
También existen otras consecuencias indirectas relacionadas con aspectos sociales como el absentismo laboral, el bienestar o el rendimiento educativo.
Por lo tanto, la pobreza energética está muy ligada a la exclusión social. Y no está presente solo en los países del sur global. En España afecta a 6,8 millones de personas, según los datos actualizados del estudio de Médicos del Mundo (que ha lanzado además una campaña de ayuda a este colectivo titulada La factura positiva de la luz). Este es un tipo de pobreza relativa, que está relacionada con el nivel general de ingresos del país. Los principales afectados son los ancianos en situación de extrema vulnerabilidad, familias que se han quedado sin ingresos o migrantes que por su situación administrativa irregular viven en condiciones precarias o asentamientos.
Muchas han requerido asistencia sanitaria, social y apoyo psicológico como consecuencia de la escasez de luz. La pobreza energética deja más muertes anuales que los accidentes de tráfico en España, pero nadie habla de esto.
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