El siguiente capricho de Donald Trump: cambiar el nombre al Golfo de México

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26/01/2025 - 19:00
Donald Trump

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A pocos días de asumir nuevamente la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ha generado controversia internacional con sus recientes declaraciones sobre territorios y nomenclaturas geográficas. Entre sus propuestas más llamativas se encuentran la anexión de Canadá y Groenlandia, así como el control del Canal de Panamá. Estas ideas han generado tensiones en la comunidad internacional, especialmente por las menciones del mandatario electo al posible uso de medidas coercitivas, tanto económicas como militares, para alcanzar estos objetivos.

Sin embargo, Donald Trump no solo ha dirigido su atención hacia el norte y el centro del continente. También ha puesto su mira en el sur, proponiendo un polémico cambio en la denominación del Golfo de México, que pasaría a llamarse "Golfo de América". Según el presidente electo, este cambio se justifica porque Estados Unidos desempeña un papel predominante en la región: “Muy pronto vamos a anunciar el cambio... porque nosotros hacemos la mayor parte del trabajo allí y es nuestro… vamos a cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América”.

Donald Trump y sus caprichos: sinónimo de deseo de dominación mundial

El uso de "América" para referirse exclusivamente a Estados Unidos es común en la retórica de este país, pero la idea de cambiar oficialmente el nombre de una región marítima plantea varias preguntas: ¿Es legalmente posible? ¿Qué pasos se necesitan para hacer oficial este cambio? ¿Podría Donald Trump decidir esto de manera unilateral?

Para realizar este cambio dentro de Estados Unidos, el gobierno de Donald Trump debería presentar una propuesta legislativa ante el Congreso. De hecho, la congresista republicana Marjorie Taylor Greene ya ha expresado su intención de apoyar esta medida. Sin embargo, este cambio solo tendría validez dentro del territorio estadounidense, lo que significa que los mapas, documentos y registros oficiales del país reflejarían el nuevo nombre, pero no tendría impacto a nivel internacional.

Para que el cambio sea reconocido globalmente, se necesitaría la aprobación de México y Cuba, los otros dos países que tienen costas en el Golfo de México. Claudia Sheinbaum, presidenta de México, ha respondido a esta propuesta con ironía, sugiriendo llamar a Estados Unidos "América Mexicana".

Además, sería indispensable obtener el respaldo de organismos internacionales que regulan la nomenclatura marítima, como la Organización Hidrográfica Internacional (OHI) y el Grupo de Expertos en Nombres Geográficos de las Naciones Unidas (UNGEGN). También la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar jugaría un papel crucial en cualquier intento de renombrar esta región marítima. Sin este respaldo, el cambio carecería de validez fuera de las fronteras estadounidenses.

La importancia del Golfo de México

El Golfo de México, cuyo nombre fue registrado en los primeros mapas europeos del siglo XVI, es una región marítima compartida por México, Estados Unidos y Cuba. Cinco estados mexicanos, cinco estados estadounidenses y dos provincias cubanas tienen costas en este golfo, que además de su relevancia geográfica es una zona estratégica para la extracción de petróleo y gas natural.

La cuenca del Golfo de México aporta el 14% de la producción de petróleo de Estados Unidos y el 5% de su producción de gas natural, lo que subraya su importancia económica. Sin embargo, su denominación también es un símbolo histórico y cultural, lo que complica aún más cualquier intento de modificación.

Consecuencias de un cambio unilateral

Si Donald Trump decide avanzar con esta propuesta de manera unilateral, Estados Unidos podría adoptar el nuevo nombre internamente. Sin embargo, a nivel global, el "Golfo de América" no sería reconocido por otros países ni por organizaciones internacionales. Esto generaría inconsistencias en mapas, documentos oficiales y registros, además de tensar aún más las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con sus vecinos del sur.

En definitiva, aunque el cambio de nombre propuesto por Donald Trump podría ser implementado dentro de las fronteras estadounidenses, convertirlo en una realidad global enfrentaría numerosos obstáculos legales, políticos y diplomáticos.

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