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Corría el año 1986 y una explosión en la central nuclear de Chernóbil propagó una nube radioactiva en gran parte de lo que fue la Unión Soviética (que ahora son los territorios de Belarús, Ucrania y la Federación de Rusia).
Según datos de las Naciones Unidas, casi 8.4 millones de personas en los tres países fueron expuestas a la radiación. Por lo que el gobierno soviético reconoció la necesidad de la ayuda internacional. Pero solo solicitó esa ayuda para 1990.
Ese mismo año la Asamblea General adoptó la Resolución 45/190, llamando a "la cooperación internacional para abordar y mitigar las consecuencias de la planta nuclear de Chernóbil". Ese fue el comienzo de la participación de las Naciones Unidas en la recuperación de Chernóbil.
En 2002 las Naciones Unidas anunció un cambio en la estrategia de Chernóbil, con un nuevo enfoque en el desarrollo a largo plazo. El PNUD y sus oficinas regionales en los tres países afectados tomaron la delantera en la aplicación de la nueva estrategia.
Todavía hay mucho trabajo que hacer en la región afectada
El habitual cierre de 20 segundos del sistema parecía ser otra prueba del sistema eléctrico. Sin embargo, siete segundos después, una subida de tensión originó una explosión química que liberó cerca de 520 radionucleidos nocivos a la atmósfera.
La potencia de la explosión extendió la contaminación por amplias zonas de la Unión Soviética. Según los informes oficiales, 31 personas murieron en el momento y 600.000 «liquidadores» involucrados en las operaciones de extinción del fuego y de limpieza estuvieron expuestos a los altos niveles de radiación.
Cerca de 150.000 kilómetros cuadrados de territorios de los tres países quedaron contaminados. Zonas agrícolas que abarcaban cerca de 52.000 kilómetros cuadrados, fueron contaminadas con cesio y estroncio, cuyo período de semidesintegración es de 30 y 28 años respectivamente. Se reasentó a cerca de 404.000 personas, pero millones de personas siguieron viviendo en un entorno en el que la exposición residual continuada producía una variedad de efectos adversos.
No se hizo público ningún informe hasta tres días después de la explosión de Chernóbil. Entonces, las autoridades suecas dieron a conocer un mapa de los niveles de radiación aumentados en Europa en relación con la dirección del viento y anunciaron al mundo que había ocurrido un accidente nuclear en algún lugar de la Unión Soviética.
Ninguna autoridad legítima pudo hacerse cargo de la situación inmediatamente y responder a preguntas como: ¿Se puede salir de las casas con seguridad? ¿Se corre algún peligro al beber agua? ¿Se pueden comer los productos locales? De haberse comunicado medidas de protección con mayor antelación, muy posiblemente se habría evitado que la población estuviera expuesta a algunos radionucleidos, como el yodo, que causan cáncer de tiroides.
Las consecuencias de Chernóbil seguirán en el futuro. El trabajo de la comunidad internacional no ha terminado todavía.
La energía nuclear sigue siendo un verdadero problema que volvió a tener sus consecuencia años después con Fukusima en 2011.
El hombre no es capaz de controlar la naturaleza y la reacción en cadena que puede suponer un accidente como cualquiera de los ocurridos podría hacer desaparecer a la humanidad.
Pero seguimos jugando con fuego
La Asamblea General reconoció que, incluso 37 años después, "las consecuencias a largo plazo persisten y las comunidades y los territorios afectados todavía tienen demandas en relación a este problema". Asimismo, también invitó a todos los Estados Miembros y a la sociedad civil a que conmemoren el día.
¿Creéis que estamos libres de otro desastre nuclear?
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