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Primero nos subieron la factura de la luz, luego el precio de los carburantes y acto seguido el de los alimentos. Ahora las subidas se notan en casi todo: cada vez pagamos más por los productos y servicios que consumimos en nuestro día a día, una escalada de precios que, según estimaciones del Banco de España, podría llegar a una inflación promedio del 7,6 % a lo largo de este 2022 con respecto al año pasado, mientras que se espera que los sueldos crezcan por debajo del 4 %.
Los salarios crecen a paso de tortuga
El último precedente, en 1984. Para encontrar una diferencia tan acusada entre la subida de los costes de productos y servicios y de los sueldos hay que remontarse a hace casi 40 años. En 1984, el Índice de Precios de Consumo (IPC) se alzó un 11,3 %, mientras que los salarios escalaron un 7,8 %, lo que arroja una diferencia de 3,5 puntos.
Si se cumplen los augurios del Banco de España, y todo parece indicar que así será, la capacidad de compra de los españoles se verá mermada de manera severa.
No obstante, es de esperar que la inflación comience a moderarse a partir de julio y que los salarios se revaloricen algo más según vaya avanzando el año.
Los sueldos se quedan atrás y los más pobres serán los más perjudicados por esta tendencia
El fuerte componente energético de la inflación que sufre España (y también salpica a Europa) y su influencia cada vez mayor sobre los alimentos hacen que las rentas más bajas se estén saliendo especialmente mal paradas de esta crisis.
En marzo -último dato desagregado disponible-, el 63 % de la subida de precios era culpa de la energía y los alimentos, dos apartados a los que los hogares más pobres del país dedican mayor proporción de sus ingresos que las rentas altas.
Además, sectores con salarios de partida ya reducidos, como la hostelería o el agrario, están registrando subidas salariales por debajo de la media.
Según los datos de subidas salariales pactadas por convenio que publica el Ministerio de Trabajo, los sueldos en hostelería tan solo se han revalorizado un 1 %, claramente por debajo de la media global del 2,4 %. En el caso de las actividades agrarias, los incrementos apenas alcanzan el 1,6 %. En el otro lado del espectro, los transportistas (con un incremento del 3,5 %), la construcción (3,2 %) o la industria (3,1 %) han negociado subidas más cuantiosas.
Llueve sobre mojado: cada vez estamos más lejos de Europa
El desfase entre salarios y precios podría, además, ensanchar aún más la brecha que separa a los sueldos de los españoles de sus vecinos europeos.
Según los últimos datos disponibles publicados en 2018 por Eurostat, en España el salario medio ascendía a 10,05 euros la hora, frente a los 14,5 en promedio de la zona euro.
Nos conformamos… De momento
A pesar de todo esto, un estudio de la firma internacional de investigación de mercados YouGov reveló hace apenas un mes que los trabajadores españoles son los que están menos dispuestos a pedir un aumento de un total de 18 países desarrollados investigados.
Así, solo un 20 % de los profesionales de España piensan en pedir un aumento. Entre los motivos que argumentaron estos trabajadores, el 74 % señaló que no se planteaba negociar el salario porque estimaba que no había posibilidades de que el empleador accediese.
Y entre los que sí se planteaban pedir un aumento, un 37 % dijo que quería pedir subidas de entre un 2,1 y un 5 %, mientras que el 23,5 % iba a plantear a su empresa un incremento de entre en 5,1 y el 10 %, y solo un 12 % aseguró que iba a pedir más de un 10 %.
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