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Cada 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Tartamudez. En esta ocasión, el Colegio de Logopedas de Madrid busca transmitir un mensaje más inclusivo sobre esta condición, que no se considera una enfermedad. Según Clara Gutiérrez, logopeda y docente, "la tartamudez representa una forma diferente de procesar la información a nivel neurológico. El cerebro opera de manera distinta al abordar los mecanismos del habla y su fluidez. Generalmente, es una predisposición hereditaria, y es en la infancia donde se manifiestan las primeras disfluencias, que debemos identificar para determinar si serán persistentes o pasajeras".
Cuando Gutiérrez habla de "disfluencias", se refiere a los obstáculos que una persona puede enfrentar al comunicarse verbalmente, que se clasifican en tres tipos: bloqueos, prolongaciones de sonido y repeticiones (estas últimas deben ser más de tres para considerar que una persona tiene tartamudez). Todos estos obstáculos generan una sensación de "pérdida de control" al expresarse, lo que conlleva diversas manifestaciones físicas, fácilmente reconocibles por cualquier logopeda. "Se observa tensión muscular y una clara lucha del paciente por pronunciar las palabras y expresar lo que desea decir", añade Clara.
Las conductas ocultas de la tartamudez
"Sin embargo, prosigue, la tartamudez incluye también aspectos que no son visibles. Existen conductas como la evitación del habla, el silencio o las manifestaciones de vergüenza, frustración o miedo, que son igualmente relevantes, ya que generan una experiencia negativa en la comunicación. Esto puede influir tanto como las dificultades motoras. Los pensamientos limitantes pueden llevar al individuo a un círculo vicioso que los terapeutas del lenguaje también deben ayudar a manejar", añadió, indicando que, por lo general, el enfoque integral de los terapeutas del lenguaje está en la coordinación con un psicólogo.
Por ello, además de enfocarse en la detección temprana y en el desarrollo de las habilidades motoras, se busca reducir la tensión muscular mediante diversas técnicas y estrategias lingüísticas, como la tartamudez voluntaria o formas más sencillas de tartamudeo, siempre con el objetivo de fomentar el autoconocimiento. También se abordan aspectos secundarios, como la dimensión social de la comunicación: el contexto, con quién hablamos y los factores estresantes que nos rodean. "Si a las personas sin problemas de habla, en ocasiones, nos cuesta expresarnos debido a las emociones, imagina lo que experimenta alguien que ya enfrenta dificultades", comenta la logopeda.
La importancia de la escucha activa
Los escuchantes también deben transformar su actitud. "Orientamos a los pacientes hacia la aceptación de su condición y apoyamos a sus familiares para que modifiquen su manera de comunicarse. Es fundamental que los escuchantes aprendan a practicar una escucha activa, sin obstáculos y sin presionar a la persona que tartamudea, ya que obligarle a finalizar una palabra solo incrementa su ansiedad. Siempre recomendamos fomentar un ambiente de comunicación adecuado y minimizar el estrés, lo que facilita el control motor del habla y la aplicación de las estrategias aprendidas".
En la entrevista, Clara Gutiérrez también enfatizó que nunca se debe "victimizar" a las personas que sufren tartamudez. Esta condición, que puede ser hereditaria como cualquier otra, cuenta con numerosas herramientas que ayudan a aprender a controlar el habla. "Existen figuras destacadas que son tartamudas, como Joe Biden o Bruce Willis, quienes demuestran que es posible desarrollar una gran capacidad comunicativa. Lo esencial es empoderar al tartamudo", concluyó de manera optimista.
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