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La rapidez sin precedentes con la que se han desarrollado las vacunas anticovid ha puesto otra vez sobre la mesa un interrogante: ¿por qué otros virus de impacto global como el VIH aún no cuentan con antivirales efectivos?
Durante décadas, la ciencia se ha centrado en lograr encontrar tratamientos que permitan controlar y mejorar la vida de las personas con SIDA, ya que la solución completa a la enfermedad no llegaba.
Actualmente, la farmacéutica Johnson & Johnson ha desarrollado la vacuna Mosaico, que ya está siendo probada en pacientes en el Hospital General de Valencia.
La vacuna hasta ahora ha sido probada con éxito en animales. En noviembre de 2019 fue inyectado con Mosaco el primer paciente, y a lo largo de 2020 y 2021 se esta inoculando a más participantes. Los voluntarios reciben seis inyecciones intramusculares en el periodo de un año.
El virus de la enfermedad del SIDA no puede erradicarse del organismo: la infección es de por vida
Los antirretrovirales suprimen la replicación viral. Con la carga viral indetectable, la infección no progresa a la enfermedad (SIDA) ni puede transmitirse el virus (VIH). Esto último ha permitido que parejas serodiscordantes (uno positivo y el otro negativo) puedan tener hijos sanos.
Por otro lado, la toma de antirretrovirales por personas no infectadas que tienen conductas de riesgo (por ejemplo, relaciones sexuales promiscuas) reduce drásticamente las posibilidades de contagio. Se conoce como profilaxis preexposición (PreP).
Este beneficio explica un efecto paradójico sobre otras enfermedades de transmisión sexual (ETS), que han aumentado en los últimos años, mientras que los contagios por VIH han caído. Al reducirse el miedo al VIH, se han incrementado la sífilis y la gonorrea. Hay que señalar que el uso de PreP está particularmente extendido entre la comunidad gay.
En la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 la situación es muy distinta
Todo ha ocurrido muy rápido. Desde la descripción de los primeros casos de neumonía a finales de 2019 en Wuhan (China), la identificación del virus causal se produjo un mes después. El primer antiviral, el Remdesivir, se aprobó a los 6 meses y las primeras vacunas se han empezado a administrar antes del año.
Desde el inicio de la pandemia, en un año se confirmaron más 80 millones de personas infectadas, de las cuales 2 millones fallecieron (y las cifras no dejan de subir). Casi todos los demás se han curado, con eliminación del virus del organismo por acción del sistema inmune.
La transmisión del SARS-CoV-2 ocurre fundamentalmente por vía aérea, como en la gripe, por inhalación de partículas víricas que emiten los infectados al estornudar y hablar.
A diferencia del VIH, el coronavirus SARS-CoV-2 muestra una escasa variabilidad genética. La antigenicidad es estable, de modo que la respuesta inmunitaria es efectiva. De igual modo, es previsible que la selección de resistencias a los antivirales sea poco frecuente. Mientras que en el VIH la terapia combinada es necesaria para suprimir de forma sostenida la replicación viral, la monoterapia puede ser suficiente para el coronavirus. Pero hay que identificar un antiviral potente, dado que el Remdesivir tiene una escasa actividad in vivo.
El objetivo de este estudio nuevo estudio en Valencia es evaluar si la vacuna puede prevenir la infección por VIH
Además, se centrará en averiguar cómo responde el sistema inmunológico de los participantes a las vacunas. En dos estudios anteriores realizados en Estados Unidos, Ruanda y Kenia, con los resultados obtenidos de 700 participantes, ninguno de ellos mostró ningún tipo de problema de salud derivado de la vacuna contra el SIDA, aunque como en muchas vacunas los participantes acusaron dolor de cabeza, sensación de cansancio y dolores musculares tras la inoculación.
En el estudio se incluirán en total alrededor de 3.800 hombres y personas transgénero que tienen relaciones con hombres y/o personas transgénero. Para poder participar en este estudio los participantes no deben tener complicaciones médidas, ser VIH negativo y tener entre 18 y 60 años de edad.
Los participantes reciben un control médico, asesoramiento y análisis detección del VIH de manera regular. Durante el estudio, en los tres años que dura el ensayo deben acudir al centro de investigación al menos 14 veces. En cuatro de esas visitas se les inyectan las vacunas del estudio o bien el placebo. Los siete días posteriores a la innoculación deben llevar un registro de como se encuentran y poder reflejar así algunos posibles efectos secundarios.
Solo queda desear que la vacuna contra el SIDA ofrezca buenos resultados y que en unos años podamos parar este virus.
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