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Si el cansancio mental, el agotamiento, o la fatiga pandémica eran hasta hace unos meses el principal motivo de consulta en el ámbito de la salud mental, desde el fin del estado de alarma, esa angustia, desesperanza y ansiedad por tener las libertades cortadas, ha dado paso a otra muy diferente: la agorafobia.
El miedo a lo desconocido ha sido históricamente y sigue siendo el principal motivo de consulta al psicoterapeuta. La pandemia, el estado de alarma, el miedo colectivo al contagio y las normas sociales han sido la excusa perfecta para miles de personas que sufren de agorafobia: un tipo de fobia que se caracteriza por un intenso miedo a estar en lugares públicos o situaciones donde es difícil escapar.
La agorafobia es la fobia más frecuente y también la más incapacitante
La agorafobia es la más frecuente de todas las fobias, llegando a suponer el 60 % de ellas. Cada año, aproximadamente un 1,7 % de adultos y adolescentes son diagnosticados de agorafobia. Es el doble de frecuente en mujeres. Los primeros síntomas aparecen antes de los 35 años.
Consiste en la aparición de ansiedad y miedo a un elevado número de situaciones de las que pueda ser difícil escapar o donde pedir ayuda sea difícil o embarazoso.
Aparece una sensación de catástrofe inminente que suele acompañarse de una crisis de ansiedad. El miedo y la ansiedad anticipatoria puede recluir al paciente en su casa en un intento de sentirse a salvo y evitar las situaciones agorafóbicas, que pueden ser múltiples.
Este trastorno es más frecuente en mujeres y suele aparecer entre los 20 y los 30 años. Tiende a la cronicidad y necesita tratamiento para resolverse y evitar complicaciones secundarias.
Las personas con esta fobia creen de antemano que escapar de estas situaciones les va a resultar difícil o imposible
Son muchas las situaciones que pueden desencadenar ansiedad en la agorafobia. Para poder diagnosticar este tipo de fobia, deben concurrir al menos dos de los siguientes temores:
- Miedo a los espacios abiertos: Puede ocurrir en lugar como aparcamientos, grandes avenidas, amplias plazas, recintos deportivos al aire libre, etc.
- Miedo a los espacios cerrados: Ocurre en lugares como centros comerciales, tiendas, cines, teatros o conciertos. Normalmente suelen ser lugares concurridos con mucha gente.
- Miedo a las multitudes: Normalmente los lugares muy concurridos suelen ser espacios abiertos grandes (estadios de fútbol) o espacios grandes cerrados (centros comerciales), por lo que, por partida doble, producen ansiedad.
- Miedo al uso de medios de transporte: Normalmente el miedo comienza con los medios de transporte públicos, especialmente el metro o los trenes cuando las estaciones y el recorrido es bajo tierra. Es también muy frecuente el miedo a otros medios de transporte en el que durante largas horas no es posible salir del mismo; esto ocurre en aviones y barcos. Por último, el miedo a los autobuses y coches particulares tampoco es infrecuente.
- Miedo a la incontinencia o a vomitar en público: Muchas personas temen que la ansiedad les lleve a no poder controlar sus esfínteres o a vomitar en público. Esto puede ser más frecuente en personas con alguna enfermedad como el síndrome de intestino irritable que provoca episodios de diarrea incontrolable.
- Miedo al centro de trabajo: Ocurre especialmente en personas que han estado largo tiempo de baja por algún problema laboral o de ansiedad.
- Miedo a salir solo fuera de casa: Este temor aúna todos los anteriores y es el más discapacitante. El miedo inunda a la persona hasta el punto de no sentirse seguro fuera de casa y necesitar en todo momento la compañía de alguna persona de confianza, normalmente familiar o amigo cercano.
Para poder diagnosticar dicha fobia, el miedo, la ansiedad o la evitación debe ser continua y durar un mínimo de seis meses. Si no se cumple este criterio, no se puede diagnosticar dicho trastorno.
Se podrá hablar de esta fobia cuando hay un malestar y un deterioro en la vida de la persona, ya sea a nivel social o laboral. Es decir, para que haya trastorno, el miedo debe interferir en el funcionamiento diario del paciente, impidiendo que este pueda seguir con su vida normal.
Agorafobia y fin del estado de alarma
Con el fin de estado de alarma, el fin de los cierres perimetrales y la relajación de algunas normas de distanciamiento, las miles de personas que sufren esta fobia (entre el 1 y el 3 % de la población general, según este estudio de Gómez Ayala) deben volver a enfrentarse a la normalidad.
Se trata de pacientes a los que, según los expertos, habrá que ir sumando muchos otros según vayamos entrando en la era post pandemia. Hablamos de personas que antes de la pandemia no sufrían ningún tipo de fobia y ahora, miran con recelo el mundo de ahí fuera.
Entrar en rumiaciones o bucles de pensamientos destructivos de ese tipo es el caldo de cultivo perfecto para desarrollar una agorafobia.
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