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"Elige un bando: plástico o papel". De este modo comenzaba un artículo del The New York Times (NYT) firmado por la periodista Lisa Belkin el 17 de noviembre de 1984. En plena irrupción de las bolsas de plástico, que aparecieron en Estados Unidos en 1979 para hacerle la guerra a las centenarias bolsas de papel, los productores de ambas se enzarzaban en una discusión pública defendiendo las conveniencias que, según ellos, ofrecía cada material al consumidor.
Por las carencias del texto, parece que aún estaba lejos el debate sobre el impacto que tienen sobre el medio ambiente las bolsas de plástico, las cuales ya empezarían a acumularse en aquellos años en basureros y en los océanos. El artículo tampoco menciona nada al respecto de la emisión de gases, problema hacia el cual hoy mira el mundo entero, Naciones Unidas por delante, para tratar de reducir a cero el CO2 que se emite la atmósfera con el fin de frenar el calentamiento global.
Tampoco especula siquiera con el paradero final del plástico, aunque sí menciona el carácter biodegradable del papel como una ventaja de las viejas bolsas, las cuales hemos podido ver en series norteamericanas, habitualmente al regazo de los personajes por su carencia de asas y hasta en situaciones en las que su contenido terminaba por los suelos.
"La ciudad vs. los suburbios"
"Esta es la historia de un punto muerto entre el futuro y el pasado, lo familiar y lo chic, los gustos de los habitantes de ciudad y de los de los suburbios". Por las palabras de Belkin, el plástico parecía imponerse como un material moderno. La guerra entre ambos fabricantes era entonces, según la redactora, "muy seria".
"La gente está encantada con la vieja bolsa de papel", declaraba Peter A. Bunten, manager asistente de la compañía Kraft and Packacking Papers Division of the American Paper Instititute. "Es tan americana como la bandera y la tarta de manzana y todos esos clichés rojos, blancos y azules", añadía el empresario, a tres años de la primera victoria del republicano Ronald Reagan en unas elecciones presidenciales.
''Esto es progreso, y con el progreso algunos productos se quedan atrás", argumentaba, en contraposición, Charles Jenest, un consultor de químicos y plásticos para la empresa Arthur D. Little Inc. en Cambridge, Massachussets.
Casi cien años después de que Charles Stillwell inventase la bolsa de papel en 1883, esta era la única forma de llevarse la compra a casa en los hogares de Estados Unidos. Pero en 1979, una versión de plástico con asas empezó a aparecer "con fuerza" en los supermercados. En 1982 suponían el 5 % del total. Dos años después llegaron al 20 % y el artículo estimaba en 1984 que para 1988 el total de estas bolsas ocuparía entre el 60 % y el 70 % del total, según pronosticaba entonces Ronald Schmieder, manager de marketing de la planta de producción de bolsas de plástico de la empresa Mobil Chemical.
Schmieder informaba que en Australia el 100 % de las bolsas de las tiendas de comestibles ya eran de plástico. También expresaba su deseo de que Estados Unidos llegase pronto a tal cifra.
Las bolsas de plástico eran solo un poco más baratas
El afán por ahorrar costes y maximizar beneficios rápido gangrenó en estas industrias. Según el texto del NYT, 1.000 bolsas de papel costaban 30 dólares mientras que el mismo número de las unidades sintéticas suponían entre 26 y 28 dólares. Ya entonces a los dependientes se les exigía usar bolsas de plástico mientras el cliente no demandase una de papel. La redactora pone como ejemplo los supermercados D'Agostino, donde se empleaban 300.000 bolsas de este material a la semana en cada tienda. Solo en Manhattan había entre 14 y 18 locales de esta cadena. "Cuatro dólares aquí, cuatro dólares allá suman rápido", decía Mary Moore, directora de asuntos de consumo de esta empresa, como argumento para preferir un material que tarda en descomponerse unos 150 años.
Como ventajas añadidas al plástico, Frank Corbin, director de relaciones de la Sociedad de la Industria del Plástico (Society of the Plastics Industry), ponía de relieve que tuviesen asas y su conveniencia para llevar ropa húmeda o sucia, como bañadores mojados o pañales.
Los argumentos de los defensores del papel
"No creemos que sea la ola del futuro,'' esgrimía Bunten. ''Eso implicaría que tienen algo superior". El empresario del papel defendía que sus bolsas podían mantenerse rectas y ser reutilizadas como bolsa de basura bajo el fregadero o como forro de libros. "Con agujeros para ojos es una máscara de Halloween. Sin ellos, un lugar para el gato para esconderse".
También mencionaba como ventaja que son "biodegradables". Poco servirían sus palabras, pues las bolsas de plástico no pararon de crecer hasta el punto de que, hoy en día, sumado a la infinidad de artículos que emplean este material, en los océanos hay una tonelada de plástico por cada tres de peces.
Había asimismo una cuestión geográfica que enfrentaba a ambos productores, pues, mientras las bolsas de papel estaban también pensadas para ser llevadas en coche, en las ciudades las asas de las sintéticas facilitaban su transporte "a pocas manzanas".
Uso para bolsas de basura
"Las bolsas de papel se rompen", decía una vecina de Manhattan, quien defendía a las bolsas de plástico como recipientes para tirar su basura. Si bien hoy en día existen bolsas biodegradables para ser empleadas como contenedores basura, en los años 80 veían al plástico como una panacea para sus desperdicios, para mal de los vertederos.
Por la contra, una asociación de mujeres de Nueva Jersey, se alzó como firme defensora del papel, llegando a escribir cartas a los supermercados agradeciéndoles el uso de estas bolsas.
Actualmente está claro que las bolsas de plástico dañan gravemente el medio ambiente y hay países que ya prohíben su uso, como Francia o China, o bien lo limitan mediante impuestos. Alternativas como las bolsas de tela han de imponerse mientras que en paralelo se ponga fin al uso extensivo de este material o se implanten soluciones reciclables. España, al igual que el resto de los países miembros a la Unión Europea, se ha comprometido a reducir el uso de estas bolsas en un 80 % para el año 2025.
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