Lectura fácil
El COVID-19 comenzó hace seis meses en el continente asiático. Un mercado de la ciudad china de Wuhan fue el epicentro de esta enfermedad que fue poco a poco salpicando a todos los países. Tras detectarlo a finales de diciembre en China, la población mundial es alertada en su totalidad.
Italia fue golpeada gravemente por la enfermedad y a España se acercó levemente a finales de febrero. Sin embargo, en marzo, el COVID-19 se convierte en uno de los grandes temas de conversación no sólo de los telediarios sino del día a día de la población. España entra en combate y el COVID-19 va ganando la batalla.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decreta el estado de alarma desde el 13 de marzo y España entera se encuentra mecida en la incertidumbre y en el no saber qué va a pasar mañana. La peor parte se la llevan aquellos “héroes”: los médicos, los servicios de limpieza, los reponedores de supermercado, policías, bomberos y todos los colectivos que se han encontrado en primera línea de batalla, sin dejar atrás a aquellos que, en aquellos momentos tan duros de la enfermedad han tenido que mal despedirse o despedirse a medias de sus seres queridos.
Noventa días de una batalla para la que sólo nos sirve un resultado… GANAR
Tras casi 90 días de batalla, España esboza una media sonrisa. Tras 13 semanas de estado de alarma, España va saliendo poco a poco en un plan de desescalada que el Gobierno diseña por fases. Lo diseña acertadamente pero la aplicación es otra historia, puesto que algunos escudan que su comunidad debe pasar de fase debido a que el turismo es una parte muy importante de su economía.
Cada fase de desescalada duró dos semanas y así hemos estado hasta hace escasos días. España consiguió entrar en lo que llamamos la “nueva normalidad” la semana pasada, pero, ¿qué nos encontraremos en unos meses cuando vuelva el frío, el otoño y después el invierno con sus gripes y sus catarros? Nadie lo sabe aunque en el fondo, las autoridades sanitarias deberían prever antes que cualquiera los posibles peligros de un rebrote que podría dejar tiritando la economía.
Las diferentes ideologías creen que la política es la solución ante el COVID-19
Los políticos han seguido jugando su papel durante esta crisis. Han estado 90 días debatiendo qué políticas eran mejores y, en ese caldo de cultivo hemos encontrado muy poco acuerdo. Uno de los pocos acuerdos que podemos aplaudir es el que han alcanzado diversas fuerzas políticas para que las matemáticas, en la práctica dieran el SÍ a una última prórroga del estado de alarma.
Casado culpa a Sánchez. Sánchez culpa a Casado. Abascal culpa a Iglesias. Iglesias culpa a Abascal, y así, ha proseguido la cadena en el cada vez más reducido Congreso de los Diputados durante estos meses en los que la población se ha encontrado luchando frente al COVID-19.
Mientras, la gente sigue saliendo a la calle. Algunos no se enteran de que llevar puesta la mascarilla es algo más que obligatorio ya no sólo porque te vayas a poder ir a casa con una multa. Tener la mascarilla puesta es un asunto de Salud Pública, defenderte tú del COVID-19 y defender a los demás para no retroceder y que no vuelva a parecer que vivimos en el Día de la Marmota, donde lo único para lo que vivíamos era para que bajara el número de muertos por coronavirus. No queramos volver a vivir algo así.
El Director General de la OMS da las claves para salir de la crisis del COVID-19
- Primero, empoderar a la sociedad. Cada individuo debe comprender que no está indefenso: hay cosas que todos deberían hacer para protegerse a sí mismos y a los demás. La salud de los otros está en nuestras manos. Eso incluye mantener el distanciamiento físico, el lavado de las manos, los protocolos a seguir con la tos, quedarse en casa si uno se siente enfermo, usar mascarillas cuando sea apropiado y solo compartir información de fuentes confiables. Aunque uno pueda estar en una categoría de bajo riesgo, las elecciones que tome podrían marcar la diferencia entre la vida y la muerte para otra persona.
- Segundo, suprimir la transmisión. Hay medidas que todos los países pueden tomar para eliminar la propagación del virus como asegurarse de que los trabajadores de la salud tengan acceso a capacitación y equipo de protección personal, mejorar la vigilancia para encontrar los casos, localizarlos y poner en cuarentena los contactos que hayan podido tener.
- Tercero, salvar vidas. La identificación temprana y la atención clínica salvan vidas. Proporcionar oxígeno y dexametasona a personas con enfermedades graves y críticas salva vidas. Prestar especial atención a los grupos de alto riesgo, incluidas las personas mayores en centros de atención a largo plazo, salva vidas. Japón lo ha conseguido: tiene una de las mayores poblaciones de personas mayores, pero su tasa de mortalidad es baja, y la razón es lo que acabamos de decir: muchos países pueden aplicarlo y salvar vidas.
- Cuarto, acelerar la investigación. Ya hemos aprendido mucho sobre este virus, pero todavía hay mucho que desconocemos, y todavía hay herramientas que necesitamos.
- Y quinto, tener un liderazgo político.
Juntos podemos acabar definitivamente con el COVID-19. Están siendo meses muy largos y complicados, no debemos volver atrás.
Añadir nuevo comentario