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Es una pena pero lo cierto es que, al igual que hacemos con la totalidad de las realidades que nos rodean, a las personas también las agrupamos, las etiquetamos, las asignamos características uniformes y acabamos aceptando y creyendo que cada uno de los individuos ha de entrar en algún grupo o categoría, ¿por qué tenemos esa necesidad de etiquetarnos?
Uno de estos grupos es el de las personas con discapacidad y así, aunque no sepamos nada de un individuo, si lo reconocemos como integrante le aplicamos el conocimiento previo que disponemos de ese grupo creando estereotipos y prejuicios que suponen un problema cuando las características que atribuimos a determinados grupos sociales no son ni reales ni positivas.
Los estereotipos y prejuicios, además de suponer barreras sociales se traducen en barreras personales, ya que los propios individuos de estos grupos aceptan como cierto estas falsas creencias que les han sido asignadas y se auto limitan, tanto en su desarrollo como en su participación social.
El primer paso para deshacerse de los estereotipos y prejuicios es conocerlos, para después racionalizarlos y finalmente desmontarlos.
Los estereotipos y prejuicios son barreras importantes para la inclusión social de las personas con discapacidad
El estigma y los estereotipos son un problema significativo que enfrentan las personas con discapacidad. A menudo se les ve como diferentes, menos capaces o incluso indeseables, lo que puede llevar a la exclusión social, la discriminación y la marginación.
Esto puede afectar negativamente su calidad de vida y su capacidad para participar plenamente en la sociedad. Es importante tomar medidas para combatir estos estereotipos y prejuicios, como la educación sobre la discapacidad y la promoción de la inclusión en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Al hacerlo, podemos crear una sociedad más justa y equitativa para todas las personas, independientemente de su capacidad.
Prejuicios de la discapacidad que necesitamos desterrar
Todavía existen muchas creencias erróneas fuertemente arraigadas en el imaginario de la sociedad respecto a las personas con discapacidad que dificultan una verdadera inclusión en todos los ámbitos. Desmontar estos estereotipos y prejuicios es fundamental para naturalizar a la discapacidad como parte de la diversidad.
Las personas con discapacidad se encuentran enfermas
Enmarcar a la discapacidad en la diversidad implica desprenderse de la idea errónea de que las personas con discapacidad están enfermas y necesitan una cura.
La discapacidad no se cura, se acepta porque, aunque su situación viene en ocasiones de un diagnóstico médico, las personas con discapacidad no están enfermas. Esto habilita una lógica del cuidado que no permite considerar a la persona con discapacidad como independiente.
Aunque la condición médica puede existir, la discapacidad no es una enfermedad en la medida en que, lejos de ser algo inherente a la persona y tal como lo afirma la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, “resulta de la interacción entre las personas y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan la participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás”.
Tener una discapacidad es una desgracia
¿Por qué se tiende a suponer que la discapacidad es una desgracia? Si bien es cierto que la discapacidad trae un mundo de desafíos que no son fáciles, existe una idea generalizada alrededor de una visión trágica de la discapacidad y que genera lástima, pena y compasión.
Esta concepción se puede ver plasmada en expresiones como “pobrecito/a”, “padece” que tienen que ver con una lógica tendiente al asistencialismo lejos de creer en las posibilidades y capacidades de esa persona. Pensar a la discapacidad como una tragedia invita a pensar a las personas que la afrontan, y sus familias, como infelices, incapaces y dependientes.
Las personas con discapacidad tienen un menor rendimiento laboral o escolar
¡Qué tontería es esa! El equipo de GNDiario está formado por personas con discapacidad igual de capaces que el resto.
La discapacidad es una falta o limitación física o mental que impide o dificulta el desarrollo normal de la actividad de una persona, eso sí, la discapacidad no implica que el sujeto que la tiene no pueda llegar a alcanzar y realizar las mismas actividades.
La discapacidad, siempre y cuando se garanticen que serán atendidas sus necesidades no será ningún problema para que la persona con discapacidad pueda desplegar todo su potencial personal o profesional.
Las personas con discapacidad no son felices
Madre mía... las personas con discapacidad son, ante todo, personas y la discapacidad es solo una característica más y no lo que las define: reducirlas a su discapacidad es quitarles valores, conocimientos y experiencias que les convierten en únicos. Al igual que cualquier persona, lo que desean es sentirse valorados, incluidos y reconocidos.
Las personas con discapacidad son asexuales o no pueden tener sexo
Uno de los mayores tabúes de la discapacidad tiene que ver con la sexualidad y la perspectiva errónea de creer que las personas con discapacidad no tienen, o no pueden tener, una vida sexual. Aún hoy persiste en el imaginario una concepción asistencialista que no considera a la persona con discapacidad como sujeto de deseo o capaz de experimentar placer sino como pasivo, “incapacitado” de amar y ser amado (o de tener relaciones casuales), infantil y asexuado.
Lo cierto es que este pensamiento invalida pensar en estar personas como personas deseadas, el acceso a derechos de salud sexual y reproductivos, especialmente en las mujeres y genera falta de información.
Las personas con discapacidad no pueden ser independientes
Se suele contemplar a las personas con discapacidad dentro del paradigma de la falla y la falencia y esto habilita considerarlas como incapaces, no productivas, poniendo el acento en la persona en lugar de las políticas e iniciativas necesarias para brindar apoyos y accesibilidad. Que las personas con discapacidad puedan, más allá de su diagnóstico y su condición, alcanzar la autonomía es una responsabilidad del entorno que debe establecer los mecanismos para que eso sea posible.
Estos estereotipos y prejuicios sientan cotidianamente las bases de múltiples derechos vulnerados hacia las personas con discapacidad. De esta manera, resulta necesario derribarlos para comenzar a naturalizar la discapacidad y contemplar a las personas con discapacidad como parte de la diversidad y como sujetos de derechos. Actualmente, las barreras y obstáculos que nacen de esos prejuicios obedecen a una sociedad que todavía está muy lejos de una inclusión real y verdadera.
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