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El 21 de septiembre de 2012, el cielo sobre el golfo de León, en el noroeste del Mediterráneo, quedó completamente cubierto por nubes altas (cirrus y cirrostratus) durante varias horas. Sin embargo, este fenómeno no fue pronosticado por los meteorólogos, ya que no tuvo un origen natural. La causa fue la interacción de los gases de combustión de los aviones con el aire circundante. La quema de queroseno en los motores de los aviones genera dióxido de carbono (CO2) y vapor de agua, que forman las estelas visibles en el cielo.
Si la temperatura exterior es suficientemente baja, el vapor de agua se congela en pequeños cristales de hielo, dando origen a las características líneas blancas tras los aviones. Cuando la humedad ambiente es alta, estas estelas pueden extenderse horizontalmente y formar nubes artificiales.
Este fue el caso aquel día en el golfo de León, donde las condiciones atmosféricas permitieron la formación de una extensa capa de nubes artificiales de aproximadamente 100.000 km2. Este evento puso en evidencia la capacidad de la aviación para modificar la atmósfera a escala regional.
Las estelas y su contribución al calentamiento global
El impacto de las estelas en el clima ha cobrado gran relevancia en el contexto actual de crisis medioambiental. Un estudio de 2021 determinó que el efecto climático de estas nubes artificiales es el doble que el del CO2 emitido por los motores de los aviones.
El rastro que dejan los aviones afecta la temperatura terrestre mediante dos mecanismos opuestos. Por un lado, reflejan la radiación solar hacia el espacio, lo que genera un leve enfriamiento. Sin embargo, también impiden que la radiación infrarroja emitida por la Tierra escape al espacio, atrapando el calor en la atmósfera y contribuyendo al calentamiento global. En promedio, el efecto neto de este fenómeno es un aumento de la temperatura.
Se estima que la aviación contribuye con más del 2,5 % al calentamiento global debido a las emisiones de CO2. Sin embargo, si se considera el impacto de las estelas, este porcentaje es significativamente mayor. Además, se prevé que la industria de la aviación continúe creciendo a una tasa del 3 % anual, lo que aumentará aún más su impacto ambiental.
Estrategias para reducir el impacto de la aviación
Para mitigar el calentamiento global, es necesario priorizar la reducción de este fenómeno sobre la disminución de las emisiones de CO2. Esto se debe a que la eliminación de las estelas tendría un efecto inmediato en la reducción del calentamiento, mientras que el CO2 persiste en la atmósfera durante siglos.
Los acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, han centrado sus esfuerzos en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Como resultado, el sector de la aviación ha apostado por la sustitución progresiva del queroseno fósil por combustibles sostenibles (SAF, por sus siglas en inglés). Estos combustibles pueden obtenerse a partir de materias primas orgánicas (biocombustibles) o sintetizarse combinando CO2 capturado del aire con hidrógeno producido por hidrólisis del agua (e-queroseno).
Sin embargo, el alto costo de los SAF dificulta su adopción masiva. Algunas aerolíneas han manifestado estar dispuestas a pagar hasta tres veces el precio del queroseno fósil por estos combustibles sostenibles, pero su viabilidad económica sigue siendo un desafío.
Alternativas más rentables para reducirlas
En comparación con la sustitución del queroseno por SAF, la reducción de este fenómeno es una estrategia mucho más asequible. Una opción curiosa es el "vuelo en formación", donde los aviones compartirían el vapor de agua en el aire, reduciendo la formación de este rastro. Sin embargo, la estrategia más aceptada es evitar que los aviones atraviesen zonas demasiado húmedas y frías. Para ello, se necesita un sistema de alerta atmosférica que permita modificar las rutas antes o durante el vuelo.
Un estudio reciente concluyó que el 80 % del efecto climático del rastro de los aviones proviene de solo el 3 % de los vuelos, en su mayoría sobre el Atlántico Norte y Europa. Por lo tanto, estas regiones deberían ser prioritarias para la implementación de sistemas de alerta.
El costo estimado de esta medida sería de aproximadamente 20 euros por tonelada de CO2 evitada, en comparación con los más de 500 euros por tonelada que costaría la sustitución del queroseno por SAF. Desde un punto de vista económico, la eliminación de este problema es claramente más eficiente.
Falta de interés del sector de la aviación
A pesar de los beneficios ambientales y económicos de reducir este fenómeno, el sector de la aviación ha mostrado poco interés en abordar este problema. Mientras que el CO2 puede ser compensado con créditos de carbono, la reducción de este rastro de la aviación requiere cambios en las rutas de vuelo y en la planificación operativa de las aerolíneas.
El acuerdo mundial CORSIA, diseñado para regular las emisiones del sector, se centra exclusivamente en la compensación del CO2, sin incluir compromisos para la reducción de estelas. Esta falta de ambición climática pone en evidencia la necesidad de replantear las estrategias de mitigación del impacto ambiental de la aviación.
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