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La migración lleva décadas siendo un tema recurrente, altamente polémico y en primera fila de las campañas políticas. Las fronteras europeas llevan tiempo bajo presión de personas que huyen de guerras, como la de Siria de 2014, inestabilidad política y conflictos armados como las personas que viajan desde el sub-Sahara, o migrantes que llegan huyendo de la opresión y falta de oportunidades desde diversos países de Oriente Medio.
Cientos de miles de muertos en las costas europeas, campos de refugiados sobrepasando ampliamente sus capacidades y cientos de personas varadas en las fronteras, trajeron consigo una externalización de las fronteras a países vecinos como Libia, Túnez o Turquía, para retener la migración en estos países de paso. Ahora se pretende alcanzar una nueva estrategia para seguir atajando la situación, dado que la "crisis migratoria" continua.
El nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo
En estos últimos meses se ha estado trabajando en el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo que pretende sustituir al reglamento de Dublín aprobado en 2013. Sin embargo, esta nueva propuesta aprobada por 21 países de la Unión Europea, no ha conseguido salir adelante por la resistencia de algunos miembros como Austria, Polonia o Hungría. El modelo que presenta este nuevo pacto, pretende unificar tiempos y criterios para las tramitaciones de asilo, así como la reubicación de los migrantes.
Es este último punto el que más reticencias genera, principalmente por los países antes mencionados y otros países del norte de la Unión, debido a que el rechazo de migrantes en esta reubicación supondrían multas de hasta 20.000€ para los Estados. A pesar de que esta nueva regulación pretendía homogeneizar las garantías de derechos humanos para los migrantes, así como estandarizar el tiempo de asilo y su tramitación, también se muestra mucho más restrictiva y endurecida para la migración.
España e Italia por su parte, son los principales promotores de estas cuotas de reubicación, debido a la presión migratoria que viven en sus fronteras, principalmente en verano. Por este motivo, desde la presidencia actual de España en la Unión, se ha presionado para la aprobación del Pacto, aunque sin éxito.
La ultraderecha italiana busca tener mayor influencia
La ultraderecha italiana, liderada por Giorgia Meloni, muestra una línea clara con respecto a los flujos migratorios: potenciar las fronteras externas, restringir los permisos de asilo y facilitar la devolución de personas migrantes. Para conseguir una mayor influencia para trazar estas líneas en la hoja de ruta europea, Meloni auspició la conferencia internacional sobre migración y desarrollo a finales de julio.
A esta acudieron representantes destacados como la presidenta de la UE y ministros de Asuntos Exteriores de la región mediterránea, así como dirigentes de las principales instituciones financieras internacionales. Una conferencia que fue calificada como “una etapa más en la estrategia de externalizar el control de las fronteras exteriores de Europa a terceros países” según denunciaba un comunicado de Médicos sin Fronteras por el impacto negativo en la migración y el respeto de los derechos humanos.
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