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Pekín, 30 ene (EFE).- La icónica paciencia oriental se ha acabado. Ahora, los estresados pequineses pueden liberar tensiones pagando un módico precio por encerrarse en una sala con multitud de objetos como televisiones o teléfonos y destrozarlos con bates, varas metálicas o mazos.
Situado en el popular distrito artístico 798 de Pekín, Smash ("destroza", en inglés) es, desde septiembre pasado, el único establecimiento en toda China que ofrece esta poco ortodoxa terapia antiestrés, y ya cuenta con una media de unos 600 clientes al mes.
"Pekín es una ciudad muy ajetreada, tenemos mucho estrés. Es un lugar perfecto para un sitio como éste", explica a Efe Jin Meng, cofundadora de Smash.
Parece un negocio rentable: cada mes gastan hasta 15.000 yuanes (2.230 dólares, 1.950 euros) en objetos para romper, y en diciembre la facturación fue de 130.000 yuanes (19.290 dólares o 16.900 euros).
En su visita a las instalaciones -tres salas en total-, Efe coincidió con un grupo de cinco personas que pagó 600 yuanes (89 dólares, 78 euros) por media hora de destrozos.
Estéreos, máquinas de cocer arroz o maniquíes, los clientes pueden elegir el objeto que más rabia les dé y pagar para destrozarlo; el más caro es un televisor de pantalla plana que cuesta 500 yuanes (74 dólares, 65 euros).
Eso sí, un cartel aclara que se trata de reciclar todo lo posible de entre la chatarra resultante.
De todas formas, lo que más pide la gente son monitores, teléfonos y teclados, algo que confirma cuál es la principal razón por la que la gente viene: "Últimamente, su mayor preocupación es el trabajo", dice Jin.
"La economía china está bajando (en 2018 creció a su menor ritmo en 28 años) y la gente gana menos o pierde su trabajo. También hay problemas de relaciones de pareja", agrega.
Otra de las particularidades de esta iniciativa es el perfil medio del cliente: "Entre un 60 y un 65 por ciento son mujeres de 20 a 35 años", revela Jin.
"En China los hombres prefieren resolver sus problemas solos, no los comparten con otros. Las mujeres son más abiertas, cuando tienen problemas tratan de buscar formas de resolverlo", apunta la joven emprendedora.
Jin detalla que las mujeres chinas se enfrentan a más estrés que los hombres debido a las dificultades para conciliar su vida profesional -en la que, agrega, cobran menos aunque desempeñen el mismo trabajo- con las numerosas cargas familiares que les son impuestas.
De hecho, en el grupo de cinco personas que, enfundadas en monos naranjas y azules, reventaban objetos a la llegada de Efe a Smash, cuatro son mujeres.
Zhang Zheng, vendedora de seguros, es quien ha propuesto a sus compañeros de trabajo que se apunten, y a Zhao Juan le gustó tanto la idea que hasta se ha traído a su hija para que se desestrese antes de los exámenes.
"Vengo aquí para relajarme. Cuando rompo las cosas es como si rompiera mis problemas", explica Zhang, que dice tener un carácter "cerrado" y que suele guardarse para sí el estrés laboral que soporta, pero ahora, bate metálico en mano, ha encontrado la manera de desahogarse.
Zhao está aquí "por curiosidad y por diversión", pero celebra la existencia de esta "terapia". "Es mejor que hacerte daño a ti mismo o hacérselo a los demás", asegura.
Las dos le afean a Lu Jun, el único hombre de la cuadrilla, que tenga demasiada fuerza: "¡No nos estás dejando nada a las demás!".
Pero a él se le ve emocionado, como si celebrase que haya aparecido un sitio como Smash. "La gente a veces bebe alcohol para solucionar sus problemas, pero ahora pueden venir aquí con sus amigos. Es un progreso", afirma.
Entonces, ¿sirve de verdad romper cosas para deshacerse del estrés? Jin asegura que sí, que "cuando terminan, la gente se ríe y se le nota más feliz. Todos dicen que se sienten muy bien. Les ayuda mucho".
Sus clientes le dan la razón. Con una sonrisa en la cara, Zhao y Zhang aseguran que van a volver y que van a recomendárselo a sus amistades, mientras que Lu sentencia: "Antes me quedaba con los problemas dentro del corazón. Ahora tengo una forma de solucionarlos y me siento genial".
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