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Durante siglos, el río Tajo fue testigo de un vacío en su ecosistema. La ausencia del castor europeo (Castor fiber), una especie clave en la dinámica de los ríos, dejó un impacto en la biodiversidad. Sin embargo, la naturaleza, a veces, ofrece segundas oportunidades.
En junio de 2024, en la región de La Alcarria, un equipo de investigadores documentó un hallazgo sorprendente: el regreso del castor europeo a la cuenca del Tajo, un territorio que no había visto a esta especie en cientos de años. Este descubrimiento marca un hito en la recuperación de los ecosistemas ribereños de la península ibérica.
El castor europeo: Un encuentro fortuito con grandes implicaciones
El hallazgo fue realizado por los investigadores Marco Ansón y Celia García Prendes mientras realizaban un estudio sobre el martín pescador. Durante su expedición, avistaron a un castor cruzando el río. "Lo reconocí de inmediato y supe que era algo significativo. Hasta ahora, solo había registros en los ríos Ebro, Duero y Guadalquivir, pero nunca en el Tajo", comentó Ansón en declaraciones a la agencia EFE.
El equipo no tardó en corroborar que no se trataba de un caso aislado. En las orillas del río encontraron señales claras de actividad: troncos roídos, ramas desgajadas y huellas en el lodo. Según sus estimaciones, la presencia del castor europeo en la zona podría remontarse al menos a tres años atrás, aunque la cantidad exacta de individuos aún es incierta.
Un regreso con profundas raíces históricas
El castor europeo es el mayor roedor del continente, alcanzando hasta 90 centímetros de longitud, con una cola de aproximadamente 35 centímetros, y un peso de entre 15 y 30 kilogramos. Su historia en la península ibérica se remonta a tiempos romanos y visigodos, cuando su presencia era común en los ríos de la región. Sin embargo, la caza indiscriminada y la presión humana llevaron a su desaparición.
En Europa, la especie también enfrentó un declive crítico hasta que, en el siglo XX, comenzaron esfuerzos de conservación para su recuperación. En España, su reintroducción se inició en 2003 con la liberación de ejemplares en la cuenca del Ebro, aunque sin un plan de gestión oficial. Desde entonces, su presencia se ha ido expandiendo de manera natural hacia otros sistemas fluviales.
A diferencia de otras especies introducidas artificialmente, como el cangrejo americano o el siluro, el castor europeo tiene un impacto ecológico positivo. Su actividad fomenta la regeneración de humedales, mejora la calidad del agua y estimula la biodiversidad. Su capacidad de modificar el entorno no solo beneficia a otras especies, sino que también refuerza la resiliencia de los ecosistemas fluviales frente a amenazas como la erosión y la sequía.
Retos y preguntas por resolver
Pese a la buena noticia, el descubrimiento plantea interrogantes. ¿Cómo llegó el castor al Tajo? La colonia más cercana se encuentra a más de 100 kilómetros y no existen registros previos en los puntos intermedios. Esto hace pensar a los investigadores que su presencia pudo ser facilitada por intervención humana.
El reto ahora es gestionar adecuadamente esta nueva población. Las autoridades de Castilla-La Mancha han comenzado a monitorear su impacto en la región, evaluando posibles efectos en cultivos y estructuras ribereñas. Hasta el momento, no se han reportado daños significativos, lo que sugiere que la coexistencia entre los castores y las comunidades locales es posible.
El retorno del castor europeo al Tajo no solo es un símbolo de resiliencia ecológica, sino también una oportunidad para fomentar la conservación de los ecosistemas fluviales en España. Este hallazgo nos recuerda que la naturaleza, cuando se le da la oportunidad, encuentra su camino de regreso.
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