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En España, el desperdicio alimentario continúa siendo una asignatura pendiente. Según los últimos estudios, el 37 % de los hogares admite tirar comida a la basura con frecuencia. Sin embargo, esta problemática no afecta a todos por igual. Los datos revelan diferencias significativas entre generaciones, tanto en hábitos de consumo como en conciencia del aprovechamiento.
Jóvenes vs mayores: Dos realidades distintas ante el desperdicio alimentario
Los hogares compuestos por personas jóvenes son, según el informe, los más proclives al desperdicio alimentario. Esto puede deberse a diversos factores: la falta de planificación, la compra impulsiva o simplemente un menor hábito de reciclaje alimentario. A menudo, se cocina de más o se olvidan productos en la nevera hasta que caducan.
En contraste, los adultos mayores se posicionan como los principales defensores del aprovechamiento. Dos de cada diez familias, mayoritariamente encabezadas por personas de edad avanzada, afirman no desperdiciar absolutamente nada. Su filosofía se basa en la austeridad, la previsión y el respeto por la comida. "Si tengo que estar comiendo tres días lo mismo me da igual, porque hay que ahorrar", explica uno de los encuestados, reflejando una mentalidad forjada en tiempos donde la escasez era común.
La clave está en la planificación
Reducir el desperdicio alimentario no solo es una cuestión ética o medioambiental, sino también económica. Cocinar en cantidades adecuadas y planificar la lista de la compra son estrategias fundamentales para minimizar lo que termina en la basura. Comprar solo lo necesario, evitar las tentaciones del supermercado y revisar con frecuencia la despensa y el frigorífico son acciones que marcan una gran diferencia.
Marta Munné, responsable de Estudios 'Shopperview' de AECOC, señala que "uno de los inconvenientes más habituales es que se compra en exceso". Muchas personas no calculan bien las cantidades o se dejan llevar por promociones y ofertas que, aunque atractivas, pueden llevar a la acumulación de productos que no llegan a consumirse.
Ofertas y cajas sorpresa: nuevas formas de aprovechar
Afortunadamente, la conciencia sobre este problema está creciendo, y con ella, nuevas soluciones. Hoy en día, el 50 % de la población ya recurre a la compra de productos rebajados por estar próximos a su fecha de caducidad. Esto permite no solo ahorrar dinero, sino también dar salida a alimentos que de otro modo acabarían en la basura.
En el ámbito de la restauración, prácticas como llevarse las sobras en un táper se han normalizado. Cada vez más personas pierden el pudor y optan por continuar su comida en casa, reduciendo así el desperdicio en bares y restaurantes.
Otra medida innovadora contra el desperdicio alimentario que está ganando popularidad son las llamadas “cajas sorpresa”. Muchos establecimientos se suman a esta iniciativa vendiendo a bajo precio productos excedentes o próximos a caducar que ya no podrán comercializar de manera habitual. Estas cajas, que se pueden adquirir tanto en tiendas físicas como a través de aplicaciones móviles, representan una alternativa práctica y sostenible para combatir el despilfarro.
Un problema global con respuestas locales
El desperdicio alimentario no es solo un reto nacional, sino una preocupación a nivel mundial. España no es una excepción, pero sus cifras son un claro llamado a la acción. La concienciación, el cambio de hábitos y el aprovechamiento responsable de los alimentos son pilares esenciales para revertir esta tendencia.
Aunque aún queda camino por recorrer, iniciativas individuales y colectivas están marcando la diferencia. Y si algo ha quedado claro con los datos es que, en esta lucha contra el desperdicio alimentario, la experiencia y los hábitos de las generaciones mayores pueden servir de ejemplo para los más jóvenes. Porque a veces, mirar al pasado puede ser la mejor forma de construir un futuro más sostenible.
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