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El número de personas que corren el riesgo de caer en el peor umbral de la inseguridad alimentaria, el de la hambruna, ha pasado de los 34 millones proyectados a principios de año a los 41 millones actuales.
La tasa de mortalidad se eleva debido al hambre y a la desnutrición
Así lo ha cuantificado un nuevo estudio con el que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) quiere llamar la atención de toda la comunidad internacional para que aumenten su nivel de apoyo a los más vulnerables.
La hambruna es una situación que se da cuando un país o zona geográfica no posee suficientes alimentos y recursos para proveer de alimentos a la población, elevando la tasa de mortalidad debido al hambre y a la desnutrición. Es la peor situación de inseguridad alimentaria posible, tanto por su gravedad como por el impacto que tiene.
Coincidiendo la conmemoración del Día Mundial de los Refugiados
La agencia de la ONU ha advertido en líneas generales de una falta de fondos, lo que se ha traducido en recortes de los programas de los que dependen cientos de miles de personas para su supervivencia. El PMA ha puesto el foco en el "futuro de incertidumbre y hambre" de numerosos refugiados, coincidiendo con el Día Mundial de los Refugiados que se ha conmemorado este pasado domingo.
La ONU estima que 4,2 millones de personas viven como apátridas, sin pertenecer en términos administrativos a ningún país, pero también asume que la cifra real es mucho mayor por la complicación para recabar datos precisos sobre esta lacra. Sorprende valorar que solo unos 33.800 refugiados recibieron en el 2000 la nacionalidad en sus países de acogida, mientras que la cifra global de solicitantes de asilo asciende a 4,1 millones.
Concretamente, en la zona este de África, tres cuartas partes de los refugiados han visto recortadas sus raciones alimentarias, en algunos casos a la mitad, y la falta de fondos se repite también en otras zonas, ya que por ejemplo la ayuda a 242.000 sirios en Jordania se verá también reducida si no llega más dinero antes de finales de agosto.
La pandemia ha empeorado la situación al no poder ingresar nada
Ange, una congoleña que vive ahora en Ruanda, cuenta que las restricciones de movilidad adoptadas por la pandemia de Covid-19 impidieron que pudiesen abandonar los campamentos. "No podíamos ingresar nada porque todo el trabajo fuera del campamentos se detuvo" y "la situación empeoró cuando la ración de comida se redujo", añade.
Por su parte, la directora de emergencias del PMA, Margot van der Velden, atribuye estas carencias al "impacto de la Covid-19 en la financiación procedente de los gobiernos donantes", lo que en última instancia perjudica a los más vulnerables. Por este motivo, ha instado a la comunidad internacional a "no dar la espalda a los refugiados cuando más lo necesitan".
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