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Desde la década de 1990 se está produciendo un mayor calentamiento diurno en la Tierra, lo que significa que aumenta la diferencia de temperatura el día y la noche, y ello afecta potencialmente a “toda la vida” en el planeta.
Así se explica en un estudio realizado por 17 investigadores pertenecientes a instituciones de China, Estados Unidos o Suecia, y publicado en la revista ‘Nature Communications’.
Desde la década de 1950 se había aceptado ampliamente que los aumentos de la temperatura global no eran constantes durante el día y la noche, y se había observado un mayor calentamiento durante la noche.
El aumento de la temperatura media global de la superficie es una de las características clave del cambio climático inducido por el hombre. Sin embargo, el incremento térmico no es uniforme durante el día y la noche.
Se ha detectado un cambio de calentamiento que muestra uniformidad durante las horas diurnas y nocturnas
Las temperaturas nocturnas han aumentado a un ritmo más rápido que las diurnas en la segunda mitad del siglo XX. Este patrón, con variaciones entre el día y la noche, se denomina ‘calentamiento asimétrico’ y podría deberse tanto a actividades humanas como a fenómenos naturales.
Sin embargo, el nuevo estudio revela un cambio en la dinámica del calentamiento global desde la década de 1990, con más calor de día por una reducción generalizada de la nubosidad, lo que eleva la irradiación solar en la superficie.
Los investigadores encontraron que el 81% de la superficie de la Tierra experimentó un mayor aumento de temperaturas nocturnas entre 1961 y 1990. Sin embargo, en el período posterior, de 1991 a 2020, se produjo un cambio: el 70 % de las áreas terrestres observadas tuvieron una mayor temperatura diurna.
“Inicialmente, nuestro objetivo era confirmar el fenómeno observado anteriormente de que este patrón nocturno supera al diurno. Para nuestra sorpresa, no solo había cesado la tendencia de ‘asimétrica’, sino que nuestros análisis, basados en conjuntos de datos de observación de última generación, indican una reversión completa de este patrón de calentamiento original durante las últimas tres décadas”, explica Ziqian Zhong, investigador postdoctoral en la Universidad Tecnológica de Chalmers (Suecia).
Zhong subraya que “una posible explicación a este cambio es un fenómeno llamado ‘brillo global’, que se viene observando desde finales de los años 1980. Es el resultado de una menor cobertura de nubes, lo que hace que llegue más luz solar a la superficie de la Tierra, lo que provoca temperaturas diurnas más altas y, como resultado, una diferencia más amplia entre las temperaturas diurnas y nocturnas en las últimas décadas”.
Actualmente, existe una gran incertidumbre sobre las razones detrás de los cambios en la nubosidad. El ‘brillo global’ puede atribuirse a una compleja interacción entre atmósferas nubladas y libres de nubes, así como al efecto de pequeñas partículas en la atmósfera, conocidas como aerosoles.
Estos aerosoles pueden derivarse de procesos naturales como las salpicaduras del mar y los incendios forestales, pero también de actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, y pueden tener un efecto profundo en muchos aspectos del medio ambiente.
Además de los efectos del brillo global, los investigadores apuntan otra razón para el calentamiento asimétrico invertido. El aumento de las sequías y las olas de calor regionales sugieren un posible debilitamiento del efecto de enfriamiento por la evaporación en la superficie de la Tierra, lo que normalmente daría como resultado un aumento más rápido de las temperaturas diurnas.
Consecuencias de estas diferencias de temperatura global
La mayor diferencia de temperatura entre el día y la noche podría afectar potencialmente el rendimiento de los cultivos, el crecimiento de las plantas, el bienestar de los animales y la salud humana.
Por ejemplo, una mayor diferencia de temperatura entre el día y la noche es uno de los factores estresantes ambientales que podrían provocar más frecuencia cardíaca y presión arterial, lo que aumenta la carga de trabajo cardíaca y la mortalidad y morbilidad de las enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
“Esto indica la necesidad de ajustar estrategias en diferentes áreas afectadas por las variaciones de temperatura entre el día y la noche, como la agricultura, la salud pública y la gestión forestal, para abordar los desafíos que plantea este cambio climático”, subraya Ziqian Zhong.
Ciertas especies de árboles en zonas húmedas podrían mejorar su capacidad de secuestro de carbono por la mayor diferencia térmica entre el día y la noche.
Sin embargo, esa brecha de temperatura por calentamiento podría resultar desventajosa para los árboles en las regiones secas, ya que las temperaturas más altas durante el día pueden aumentar la evaporación, lo que provocaría un déficit de agua en el suelo y condiciones desfavorables para el crecimiento de los árboles.
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