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La emergencia climática está transformando los veranos en el sur de Europa en una cadena interminable de olas de calor y noches insoportables.
Estos fenómenos extremos no solo provocan golpes de calor, sino que también incrementan las muertes prematuras, especialmente entre las personas mayores o aquellas con condiciones de salud preexistentes.
Un reciente estudio realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) sitúa a España como uno de los países de la Unión Europea con mayor riesgo de sufrir muertes relacionadas con el calor. Sin embargo, el estudio también resalta la capacidad de adaptación de la población española ante estos desafíos.
Según los datos del estudio, 47.690 personas murieron en Europa debido a las altas temperaturas en 2023. Aunque este número es alarmante, es inferior a las cifras registradas en el verano anterior, que fue el más caluroso en la historia del continente, y también menor que las del verano negro de 2003. En España, se registraron 8.352 muertes por calor, siendo la mayoría de las víctimas mujeres mayores. Este dato posiciona a España como el segundo país con mayor mortalidad absoluta por calor y el cuarto en fallecimientos en relación con su población total.
Claves para entender las muertes por calor
Es importante aclarar que no todas las muertes atribuibles al calor son resultado directo de un golpe de calor. Tal como explica Aurelio Tobías, investigador del IDAEA-CSIC, muchas personas mueren prematuramente porque sus condiciones de salud se ven agravadas por las altas temperaturas, la falta de sueño debido al calor nocturno o las dificultades para respirar. Estos factores, que no siempre son extremos, pueden llevar a una muerte prematura.
Por otro lado, un golpe de calor es una muerte más súbita, generalmente provocada por una exposición directa y puntual a temperaturas extremas, como ocurre en trabajadores al aire libre, deportistas, o personas que realizan actividades físicas intensas en entornos calurosos. Este tipo de muertes ocurre cuando el cuerpo no puede regular su temperatura interna, llevando a la hipertermia y la deshidratación.
El estudio, publicado en Nature Medicine, advierte que las cifras reportadas podrían subestimar la verdadera carga de mortalidad relacionada con el calor. La falta de registros diarios y homogéneos de mortalidad durante el año 2023 obligó a utilizar recuentos semanales de Eurostat, lo que podría no reflejar con exactitud la magnitud del problema.
Adaptación y medidas preventivas: La clave para reducir las muertes por calor
A pesar del aumento de las temperaturas, las muertes por calor han disminuido en comparación con hace dos décadas. Si las temperaturas registradas en 2023 se hubieran producido a principios de los años 2000, se habrían registrado más de 85.000 muertes por calor en Europa.
Esto indica que se están evitando alrededor del 80 % de las muertes gracias a las medidas de adaptación implementadas. Estas incluyen mejoras arquitectónicas, cambios en el comportamiento individual, y planes de salud pública diseñados para prevenir las consecuencias más severas del calor, especialmente después del verano récord de 2003.
Sin embargo, la adaptación no es igual para todos. Como señala Dominic Royé, físico y científico de datos y clima de la Fundación para la Investigación del Clima (FIC), existen desigualdades significativas en la capacidad de adaptación de las personas. No todo el mundo puede permitirse instalar y utilizar aire acondicionado, y no en todos los barrios existen las infraestructuras necesarias para protegerse del calor extremo. Además, el envejecimiento de la población aumentará la vulnerabilidad a las olas de calor en las próximas décadas, lo que plantea un desafío adicional en la lucha contra los efectos del cambio climático.
La capacidad de adaptación es esencial para enfrentar la crisis climática, pero es evidente que aún queda mucho por hacer para proteger a las poblaciones más vulnerables y reducir el impacto de las altas temperaturas en la salud pública.
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