Ejercicio físico, el motor que fortalece cuerpo y mente

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10/04/2025 - 17:00
Chica haciendo ejercicio

Lectura fácil

En las últimas décadas, se ha acumulado un vasto cuerpo de evidencia científica que confirma los beneficios del ejercicio físico para la salud general. Sin embargo, más allá de su influencia sobre músculos, huesos y corazón, el ejercicio desempeña un rol esencial en la protección de nuestras funciones cognitivas.

Casos como el de Harriette Thompson, quien a los 92 años se convirtió en la persona de mayor edad en completar la maratón de San Diego, y el de Johanna Quaas, gimnasta de 90 años, ilustran vívidamente cómo un estilo de vida activo puede mantener no solo el cuerpo ágil, sino también la mente alerta y funcional.

El desafío de las enfermedades neurodegenerativas y el ejercicio físico

La demencia y el Alzheimer son actualmente dos de las principales amenazas para la salud mental en la vejez. Estas enfermedades provocan un deterioro progresivo en la memoria, el lenguaje, el juicio y otras capacidades cognitivas esenciales para la vida cotidiana. Frente a este panorama, el ejercicio físico ha emergido como un factor protector capaz de ralentizar este proceso de deterioro.

Para entender mejor este efecto, se ha popularizado el concepto de “reserva cognitiva”, que compara el cerebro con un vaso cuya capacidad varía de persona a persona. A lo largo de la vida, ese vaso se llena con estímulos como la educación, la lectura, los retos intelectuales, las relaciones sociales y, por supuesto, el ejercicio físico. Un vaso bien lleno es más resistente a la pérdida que viene con el envejecimiento o las enfermedades.

Cuando una persona envejece sin haber desarrollado una reserva cognitiva sólida, los efectos del deterioro se manifiestan con mayor rapidez. En cambio, quienes han mantenido una vida activa y saludable muestran una mayor tolerancia a los daños cerebrales, pudiendo presentar menos síntomas clínicos incluso con una alta carga patológica.

El ejercicio como estímulo neurocognitivo

El impacto del ejercicio físico sobre el cerebro va más allá de una simple mejora en el estado de ánimo. Se ha demostrado que incrementa la plasticidad neuronal, fomenta la formación de nuevas sinapsis (sinaptogénesis) y estimula el nacimiento de nuevas neuronas (neurogénesis). El ejercicio aeróbico, en particular, aumenta la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína clave para la supervivencia y el crecimiento neuronal.

Además, la actividad física regular reduce el estrés oxidativo y los niveles de inflamación, dos factores que contribuyen a la neurodegeneración. También mejora la circulación sanguínea y la oxigenación cerebral, favoreciendo la eliminación de compuestos tóxicos como la beta-amiloide, directamente vinculada con el Alzheimer.

La práctica constante de ejercicio físico también conlleva modificaciones estructurales beneficiosas en el cerebro. Estudios han evidenciado un aumento en el volumen del hipocampo, área relacionada con la memoria y el aprendizaje, así como un incremento en la sustancia gris, mejorando la conectividad cerebral y el rendimiento cognitivo. Asimismo, fortalece funciones ejecutivas como la toma de decisiones, la planificación y la memoria de trabajo.

La magnitud del impacto del ejercicio en la prevención de enfermedades neurodegenerativas es contundente. Según investigaciones recientes, una disminución del 25 % en la inactividad física podría evitar hasta 230.000 casos de Alzheimer solo en Estados Unidos. Por su parte, los adultos mayores físicamente activos tienen un 20 % menos de riesgo de sufrir deterioro cognitivo y también reportan menos síntomas depresivos, comunes en la vejez.

Cómo activar la bomba de la reserva cognitiva

No es necesario correr maratones para activar los beneficios del ejercicio. Como menciona Haruki Murakami en su libro De qué hablo cuando hablo de correr, la disciplina del ejercicio es una herramienta poderosa para mantener la claridad mental. Actividades como caminar 30 minutos al día, nadar, andar en bicicleta, practicar yoga, pilates o bailar tienen un gran potencial para estimular la mente y el cuerpo.

Además, incorporar ejercicios que combinen movimiento físico con retos mentales —como resolver cálculos mientras se camina o practicar deportes en grupo— potencia aún más la reserva cognitiva. Este tipo de entrenamiento mixto resulta ideal en la etapa adulta y especialmente en la vejez.

Mantenerse en movimiento es esencial

Leonardo da Vinci ya lo decía: “el movimiento es la causa de toda la vida”. El sedentarismo acelera el envejecimiento y deterioro cerebral, mientras que el ejercicio actúa como esa bomba de agua que mantiene lleno nuestro vaso cognitivo. Por eso, mantenerse activo no es solo una cuestión de salud física, sino una estrategia vital para preservar nuestra memoria, atención y capacidad de razonar a lo largo del tiempo.

Incorporar el ejercicio físico como parte integral del estilo de vida es una inversión en el futuro de nuestra mente. El movimiento, en todas sus formas, es una poderosa medicina contra el paso del tiempo.

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